A 24 días de la primera vuelta electoral, estoy más lejos de decidir mi voto que nunca. Es difícil aceptar que tan importante responsabilidad ciudadana esté obligada a cumplirse con personajes que ni siquiera saben expresarse. El líder máximo del horror es sin duda el epidemiólogo, virólogo, neumólogo, turistólogo, jovenólogo, bananólogo, minerólogo que no da ni para directiva de grado. Lo siguen quienes ofrecen eliminar el examen de ingreso a la universidad para dejar que las aulas ciernan, a costa de nuestros impuestos, a quienes no logren sobrevivir requisitos mínimos de redacción y pensamiento lógico.

Para distraerme de esta pena, probé el juego de La Barra Espaciadora, Mi Mejor Candidato, que relaciona la afinidad ideológica de uno con los candidatos a la Presidencia. Ganó posiblemente el menos escandalosamente demagógico y limitado, pero que, al grito de equidad, se promociona casi exclusivamente a sí mismo sin jamás haber formado nuevos cuadros. Alguien que califica como obsceno usar fondos públicos para hacer campaña cuando nunca le ha dolido promocionar su figura mientras cobra sueldo en una universidad que usa para ello dinero del Estado. Afortunadamente para él, el rosario de infusorios que aspiran a dirigir el país hacen quedar bien a cualquiera.

Ante la ausencia de grandes o buenas ideas, no falta quien ofrezca vacunas como quien vocea ¡pan de yuca! en los buses interprovinciales que llegan a El Carmen. Añadamos a la mezcla el neófito que precisa recurrir a sus notas para contestar a la pregunta de por qué quiere ser presidente, pues eso no le enseñaron en su curso de coaching. O el cantante al que solo le queda recitar “soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor”. Y el que promete, usando de manera aleatoria la consonante fricativa dental sorda para fingir que no nació en Riobamba, que un equipo de fútbol será campeón de la Copa Libertadores cuando salga electo.

Entre los generalistas, divagadores y oportunistas persiste en la escena electoral quien lleva el nombre bordado en su camisa por si se pierde más de lo que ya está. No trabaja para comer, pues goza de dos pensiones, la vitalicia presidencial y la de coronel retirado, pero no le queda tiempo libre para leer la Constitución y así entender que no puede instaurar la cadena perpetua como ofrece. Afirma que el país necesita un presidente con experiencia, pero olvida acotar que la que él atesora incluye haber participado en un golpe de Estado.

Sinceramente, ni el voto nulo es digno de tanta mediocridad, tanto insulto a la inteligencia. Los binomios ni siquiera son capaces de cuidarse a sí mismos evitando aglomeraciones, sino que más bien organizan caravanas para poner en riesgo también al resto. Ya son dos candidatos que han dado positivo para SARS-CoV-2, y a uno se le ve bastante golpeado. No se salva ni el exprefecto que se da de místico pero no cumplió con el periodo para el que fue electo, y se pone a bailar con su pareja, quien se asegura feminista, una canción en la que Kevin Flórez se deleita diciendo que agarra a una mujer, la pega contra la pared y la arrincona bien. (O)