Es el que me fumé cuando supe la triste partida de Eduardo Jurado Peralta; amigo, emprendedor cultural y empresario. Para Eduardo, la elaboración, promoción y comercialización de los habanos ecuatorianos fueron siempre una constancia y una pasión. Su marca La Clemencia logró posicionarse a nivel local. La mejor manera de poder despedir al amigo a la distancia era fumar uno de sus tan queridos cigarros.

Buen conversador y –sobre todo– gran oyente. Por su forma de ser y sus intereses, Eduardo estaba predestinado a poner un bar; siendo ese el entorno ideal para él. Logró que su bar sea por mucho tiempo el más emblemático de la vida cultural de Guayaquil. Lo bautizó de manera acertada como Diva Nicotina, el nombre de un libro escrito por Iain Gately; y lo ubicó junto al inicio de la escalera del cerro Santa Ana, lo cual ayudó a catapultar la vida bohemia y cultural del sector y del centro de la ciudad. En Diva Nicotina se combinaban el rock, el jazz, los buenos tragos y los habanos.

Como bar, Diva Nicotina jugaba un papel dual. Era un lugar donde uno asistía a la presentación de conciertos, pero también podía ir de manera circunstancial y coincidir con amigos, sin necesidad de que haya una banda tocando en el escenario. Cumplía con todos los requisitos dados por Luis Buñuel en su autobiografía, para ser el bar ideal. Luces tenues, buena música y versátil: permitía tanto la conversación entre amigos, como la solitaria reflexión con un vaso en la mano. Cuando mi esposa y yo acudíamos al Diva, Eduardo siempre nos recibía alegre. Nos saludaba como “el arquitecto y la abogada”. Se daba el tiempo para oírnos y para contarnos sus novedades, las cuales siempre resultaban interesantes. Diva Nicotina fue un proyecto que prevaleció nadando a contracorriente. Desde varios frentes, mentalidades convencionales intentaron ponerle un traspié a Eduardo y a su bar. Afortunadamente, ambos –el bar y el propietario– lograron sobreponerse a dichas adversidades.

Jurado le puso una interesante regla de juego a la agenda cultural de su bar: las bandas musicales que se presenten deben tocar sus propias canciones. Durante mucho tiempo, los covers estuvieron prohibidos en Diva Nicotina. Eso sirvió de catapulta para que muchas bandas nacionales se posicionen a nivel local. El jazz de Balboa, el metal de Ultratumba y el rock de Los Pescados tuvieron su momento de fulgor en este espacio concebido por Eduardo.

Lo vi por última vez hace tres semanas. Pasé por su casa en Urdesa, comprando unos rothchilds. Me preguntó si podía quedarme a conversar un rato. Estaba entusiasmado con un whisky producido por unos emprendedores de Manabí. Me tuve que excusar, pues iba a un compromiso familiar. Debe ser la primera vez que me arrepiento de no haberme tomado un trago con un amigo.

Los que se van prevalecen en el edén de nuestras memorias. Volvemos a vivir lo compartido con más intensidad en los recuerdos. También nos legan el recordatorio de que no debemos dejar que la vida se nos escurra entre los dedos. El pasado martes reviví tertulias y risas, bebiendo el whisky más amargo y fumando el más triste de los habanos. (O)