Recientemente vi un meme con un diálogo breve que trasciende el chiste. El primer personaje dice: “El pobre no es rico porque no quiere”; el otro le espeta: “Entonces, ¿por qué tú no eres rico?”, y el primero, triunfante, le contesta: “Porque no quiero”. Obviamente no basta con querer ser rico para lograr serlo. Es cierto que hay muchas historias de éxito de personas esforzadas que partieron de cero y consiguieron el éxito, como las hay tantas de quienes atribuyen sus fallos a las trabas que encontraron.

Y mientras anhelamos alcanzar mejores días, mejores oportunidades para desarrollarnos, se nos pasa el tiempo casi sin percatarnos. En un pestañear se pasaron 4 años, 10, 20…

Nos volvemos conscientes del inexorable transcurrir del tiempo a medida que los plazos se vencen y no somos capaces de realizar lo que habíamos planeado. Correrá lento o rápido el tiempo, dependiendo de las expectativas de cada quien, pero en todos los casos, los plazos se cumplirán. A menos que la existencia se extinga primero.

Ciertamente, mientras existamos y tengamos conciencia del tiempo, este será la medida de todas las cosas, ya sean temidas o anheladas.

Para los veinteañeros, puede ser abrumador tener que plantearse qué camino tomar: estudiar, trabajar o pasar el tiempo sin oficio ni beneficio…

Para quienes superan los 40 o 50 años, podría ser agobiante el balance de lo actuado, de lo no intentado, de lo que escapa a las posibilidades…

Y para quienes transitan por la tercera edad, el bagaje determinado por su realidad biológica, social, cultural e histórica será motivo de júbilo o de pesadumbre.

Pero para todos, plantados entre la añoranza y la ilusión, si examinamos con honestidad nuestras expectativas de futuro mediato, cobrará relevancia el ahora. Porque nuestro tiempo es ahora.

Es hoy cuando necesitamos reflexionar sobre cada elección que tomamos y cómo eso determinará el ambiente en que se desenvuelve nuestra familia –que es lo que finalmente cuenta–: niños y jóvenes asistiendo a clases sin que a la entrada o a la salida lo induzcan al consumo de drogas, familiares que pertenecen a la población económicamente activa teniendo opciones de encontrar trabajo o de emprender sin ser víctima de la inseguridad urbana o de la inseguridad jurídica (para muestra, el sobreseimiento de los once procesados en el caso de compras irregulares en la Prefectura del Guayas durante el pico de la pandemia, porque la fiscal se abstuvo de acusarlos por el delito de tráfico de influencias aduciendo no encontrar pruebas suficientes).

¿Qué haremos en el tiempo que nos queda por vivir?

¿Qué hacemos hoy con las opciones que se nos presentan? ¿Acudimos a votar para que nuestra postura cuente o nos quedamos sentados esperando a ver qué nos trae el río?

El reloj nos susurra su tictac. El tiempo va a transcurrir de todas maneras, ya sea que actuemos o que no lo hagamos.

Ante situaciones difíciles toca esforzarse para enfrentarlas y superarlas. Que no nos sorprendamos luego frente al espejo cuestionándonos por qué no quisimos actuar cuando fue tiempo de hacerlo. (O)