En el segundo año de la pandemia de COVID-19, la brecha del acceso a internet se vuelve cada vez más notoria. Miles de millones de personas no pueden acceder a servicios como teleducación, teletrabajo, telemedicina, comercio electrónico, etcétera.

De la población mundial actual, calculada en 7.700 millones de personas, 60 % tiene conexión a internet, según el Informe general global, de Digital 2020, publicado en wearesocial.com. Y 5.190 millones utilizan teléfonos móviles. Sin embargo, muchas zonas remotas del planeta no cuentan con internet.

En nuestra región, la desconexión digital alcanza a 260 millones de personas, según el ministro de Telecomunicaciones, Andrés Michelena, quien preside la Agenda Digital para América Latina y el Caribe (eLAC 2022) y esta semana se reunió con directivos del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Organización de Estados Americanos para buscar financiamiento que fomente el desarrollo de infraestructura digital rural.

El crecimiento de la población demanda cada vez mayor producción de alimentos; en contrapartida, las carencias en la ruralidad empujan a los campesinos a las urbes, donde muchas veces se asientan en los cinturones de pobreza. Si sus necesidades fuesen satisfechas in situ, no tendrían que abandonar sus tierras. Según la eLAC, 32 millones de niños no han podido estudiar durante la pandemia.

La dispersión geográfica de la población en países como Ecuador, Perú y Bolivia es señalada como una de las causas por las que hay una gran cantidad de sectores remotos a los que no llega el internet. Soluciones a ese inconveniente se están gestionando desde la iniciativa de marcas asociadas a redes sociales, buscadores y aplicaciones web. Algunas de ellas, como por ejemplo Google, experimentan con globos de helio equipados con un pequeño sistema de comunicación que funciona con energía solar para proporcionar acceso a internet en zonas remotas, pues les interesa captar más usuarios. Tal vez Ecuador pueda estudiar esta posibilidad. (O)