El tiempo ha transcurrido a velocidad del viento y hoy se cumplen 488 años del proceso fundacional de mi ciudad de Guayaquil.

Mi ciudad con el cielo celeste y blanco, con el río Guayas de agua dulce y un brazo de mar de agua salada –estero Salado– a su alrededor. Muchísima gente, personalidades, nacionales y extranjeras caminaron y caminan por tierra pródiga guayaquileña y, por supuesto, hombres y mujeres pujantes, guerreros, valientes, trabajadores.

Se construyeron avenidas, pasos elevados, túneles, malecones, plazas, edificaciones modernas, ciudadelas bonitas...; y hoteles, restaurantes, centros comerciales..., por los cuatro puntos cardinales donde se reúnen las familias a mantener la unidad disfrutando de reuniones, del comercio, de las delicias de las comidas, el típico arroz con menestra y carne asada, pescado y muchas más.

Publicidad

Mi hermosa ciudad de Guayaquil me vio nacer, crecer, estudiar, trabajar en la educación, crear a mi familia. Cantores, músicos, poetas, escritores, educadores, deportistas, médicos, científicos, trabajadores, ciudadanos, profesionales, estudiantes, y otros; adultos, jóvenes y niños, con sus dones, talentos, cualidades, solidaridad, sacan adelante a la ciudad; y sabemos que Dios con su amor y perdón, cubre a nuestra bella Guayaquil desde el cielo hasta la tierra. Elevo oraciones al Corazón de Jesús por nuestro puerto principal.

Cuna de mis abuelos, cuna de mis padres, cuna de mi familia, cuna de mis nietos; aquí aprendí a leer y escribir, a conocer a Dios vivo y verdadero. Perla del Pacífico, bella y espléndida. Mi linda ciudad turística. Te amaré siempre mi Guayaquil.

Ciudadanos, hermanos, no apaguemos el fervor cívico, la unidad del guayaquileñismo, y por qué no decirlo, la unidad de todos los ecuatorianos. (O)

Publicidad

Marlene Vergara de Abada, profesora, licenciada; Guayaquil