Nuestra sociedad, desde hace 193 años que nos separamos de la Gran Colombia y entramos a la vida republicana, no ha podido comprender que si le va bien a unos nos va a ir bien a todos; esto se conoce como amor de patria.

En los estamentos menos influyentes se fue embodegando la pobreza económica, educativa y social como común denominador. No nos hemos enterado de que algún segmento poblacional, académico, grupos de inversionistas, importadores, exportadores, industriales, constructores, banca, partidos políticos, etc., se pregunten ¿por qué no desarrolla el país?, y despejada la incógnita al unísono sostener acciones y los grupos de más jerarquía hagan prevaler su importancia con un fin mismo, dar valor a la fuerza colectiva para superar las taras que han impuesto al pueblo ciertas fuerzas de poder al señalarnos como “ociosos, incapaces, malos trabajadores”. Existe expectativa por la implementación del nuevo Código Laboral. Se deben poner las bases para cambiar la suerte del trabajador y por ende del país. Es una reforma laboral, no es una reforma empresarial, situándose en que de cada diez personas en capacidad de trabajar, solo tres tienen empleo o trabajo adecuado.

Hoy aparece estadísticamente que el desempleo ha bajado en 3,8 % en el primer trimestre de 2023, pero que la informalidad se incrementó representando el 53,5 % y como justificativo de este incremento dicen que la informalidad laboral puede deberse a la falta de regulación del mercado laboral. No quieren acceder a la verdad, la desinversión pública, la flexibilidad laboral en materia de sueldos y de mermar derechos de los trabajadores, es lo que ha ocasionado el bajo poder adquisitivo y de productividad, y la escasa llegada de inversión extranjera. El país no desarrolla porque hemos olvidado al pueblo, somos millones de seres anhelantes de vender fuerza de trabajo. (O)

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César Jijón, Daule