Es incuestionable el valor del arte no solo como instrumento para deleitar, entretener, decorar y embellecer sino también para ser libres. Nuestros valores democráticos se hallan ínsitos en el arte.

Es el caso del célebre Bansky –seudónimo de un grafitero británico–, un artista anónimo socialmente comprometido con su voluntariado, que utiliza su arte no solo para manifestar su oposición a la guerra de Rusia contra Ucrania, sino también para recaudar fondos destinados a ayudar a la población ucraniana afectada por el conflicto. Es un ejemplo de la función del arte con propósitos benéficos y humanitarios. Tenemos que preguntarnos si el arte es una consecuencia de la democracia o si los dos van de la mano; en ambos casos tenemos que defender la actividad artística en todas sus expresiones, porque su importancia en la sociedad es incuestionable y sus roles van más allá de un mero concepto de ‘belleza’. (O)

Davide Gastaldo, Génova, Italia