El 27 de marzo de 1980, el entonces presidente Jaime Roldós Aguilera, en una cadena de radio y televisión, expresó con claridad y franqueza su frustración ante la pugna de poderes entre el ejecutivo y el legislativo, subrayando una problemática que, lamentablemente, sigue estando vigente. La reciente confrontación entre el presidente de la República, Daniel Noboa, y el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Kronfle, evidencia una vez más las tensiones inherentes a la débil política ecuatoriana y su incapacidad para lograr la gobernabilidad y progreso.

¿Por qué el Ecuador no es un Estado fallido?

Desde la asunción de Roldós a la presidencia (1979), tras un prolongado período dictatorial, hemos experimentado múltiples episodios de enfrentamientos entre las funciones ejecutiva y legislativa. Estas tensiones han sido una constante en la política ecuatoriana, afectando la estabilidad y el desarrollo.

En los años siguientes, los sucesivos presidentes enfrentaron similares desafíos. Rodrigo Borja (1988-1992) y Sixto Durán-Ballén (1992-1996) también lidiaron con una Asamblea renuente a cooperar con sus agendas políticas. La crisis más aguda ocurrió durante el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000), cuyo mandato culminó con su abrupta destitución tras una profunda crisis económica y social, agravada por la falta de apoyo legislativo.

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Durante la presidencia de Rafael Correa (2007-2017), las tensiones entre el ejecutivo y el legislativo se manifestaron de manera distinta. Correa utilizó su amplia base de apoyo popular y legislativo para consolidarse en el poder, lo que generó críticas sobre el debilitamiento de la independencia de poderes. Sin embargo, la estabilidad institucional se mantuvo en mayor medida debido a su control sobre la Asamblea Nacional. La actual situación política y financiera del Ecuador requiere un esfuerzo concertado de todos los actores políticos.

La “etapa de transición”, tras la muerte cruzada, demanda un manejo cauteloso y sabio. Las palabras de Nelson Mandela resuenan en este contexto, enfatizando en la “necesidad de liderazgo colaborativo y comprometido con el bienestar del país”.

La Asamblea Nacional y la política ecuatoriana

Por ello, es imperativo que tanto el ejecutivo como el legislativo depongan sus posturas intransigentes y estériles. La construcción de un futuro próspero y estable para el Ecuador solo será posible a través de la cooperación y el diálogo.

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La pugna de poderes entre el ejecutivo y el legislativo no es un fenómeno nuevo, pero sus consecuencias son siempre negativas para el desarrollo del país. La reciente confrontación entre el presidente de la nación, Daniel Noboa, y el presidente de la Asamblea, Henry Kronfle, es un recordatorio de la necesidad urgente de cooperación y entendimiento entre los poderes del Estado.

Muerte cruzada: ¿Valió la pena?

En este momento crítico es fundamental que los líderes políticos recuerden su responsabilidad hacia el pueblo y trabajen juntos para superar las divisiones y construir un futuro mejor. Solo a través de las ideas convergentes y de la participación de todos, podremos salir airosos de esta etapa crucial en nuestra reciente y delicada democracia. (O)

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Manuel Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues