La comunicación científica es un componente de la metodología de la investigación, cuyo objetivo es orientar, informar, exponer, publicar y difundir la presencia de un fenómeno (problema) resuelto o no, los avances de los resultados y los controles parciales, totales de una realidad, que sirvan de base o guía a quienes lo requieran para futuros estudios (gremios académicos, profesionales de la salud), y a la comunidad, porque necesitan estar informados, disminuir dudas relacionadas ante acontecimientos como el COVID-19 que atraviesa población mundial.

Ha transcurrido más de un año de la pandemia y aún persiste desconfianza frente al contagio, por desconocimiento de calidad y efectos, para aplicarse vacuna. ¿Será que existe debilidad en cuanto a la acción de proporcionar adecuada información que incluya avances de contagio, indicaciones y contraindicaciones de la vacuna, sobre todo dirigida al adulto mayor, población vulnerable, con enfermedades agregadas, incluyendo las catastróficas; por parte de quienes deberían dar respuestas como entidades y profesionales e investigadores de la salud pública y privada, que son los responsables directos para transmitir esa información?

En una planificación bien estructurada la comunicación debe ser sostenible en el tiempo. Un modelo de difusión de resultados, avances, campañas programadas, publicaciones con enfoque científico, técnico-metodológico, servirá para concienciar a población y terminar el miedo, en quienes acudan a recibir atención médica por otros diagnósticos que no involucran el problema infeccioso vigente, puesto que deben ser tratados específicamente bajo esquemas terapéuticos de acuerdo al estado de gravedad de cada paciente; así como por la resistencia para aplicarse la vacuna contra el COVID-19. (O)

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Eduardo Gustavo Valarezo Armijos, doctor en Medicina, Guayaquil