En la ciudadela Entre Ríos, la noche del pasado sábado 9 de marzo, una familia demostrando su total desadaptación social se dedicó a escandalizar con gritos a voz en cuello a la medianoche, tal parece al espectar la lucha de boxeo que se desarrollaba en Miami con el boxeador ecuatoriano, a tal punto que tuve que solicitar a los guardias de seguridad intervenir. Se imaginaban estar en uno de esos bares donde pasan esta clase de eventos donde pueden dar rienda suelta a sus instintos. Allí no había respeto para mayores o niños, consideración al sueño nocturno de los vecinos, el estar en una ciudadela privada donde existen reglas de convivencia. Solo primaba lo primitivo y arcaico de sus seres, personas que no asimilan el cambio de culturas y creen estar viviendo todavía en medio de la selva de donde nunca debieron haber salido y peor a una urbanización privada. Nadie quita que se celebren ocasiones que ameritan reuniones de familiares o amigos, pero siempre en un marco de respeto y consideración hacia la comunidad donde se habita.

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En estos tiempos de progreso y adelanto cultural, personal, intelectual, es inconcebible, imperdonable y condenable que aún existan individuos que atropellan a sus vecinos, sea con escandalosas fiestas, borracheras y gritos hasta altas horas de la madrugada, costumbres que aun en décadas pasadas dejaban bastante que desear y qué decir de los que cometían estos hechos. Como dice el dicho, “la cabra siempre tira al monte, y allá se debería quedar”. Mientras sigamos ignorando los valores básicos de convivencia y este accionar despreciable persista, este país poco avanzará cultural y socialmente. (O)

Nelly Mercedes Lozada García, Guayaquil