En el amor vale más el ‘tú’ que el ‘yo’. Recuerdo un capítulo de la Biblia que siempre me conmovió, El cantar de los cantares, que dicen que lo escribió Salomón, quien vivía enamorado de Sulamita y entre cantos, flores, sol, lluvia, estrellas, perfumes, dulzuras, aromas, cantos de tórtolos y jilgueros le expresaba su amor.
En una de las historias cuentan cómo el enamorado fue a visitar a su amada, tocó a la puerta y la joven le preguntó: “¿Quién es?”. Este le contestó: “Soy yo”. Entonces le dijo: “¡Vete, que aquí no hay sitio para ningún yo!”. Desolado, el amante se fue y se preguntó qué pasó. Luego de un largo periodo de reflexión, volvió, tocó la puerta y la amada le preguntó: “¿Quién es?”. Este le contestó: “¡Soy tú!” . Y esta le dice: “¡Pasa!”.
El amor es más dar que recibir. Siempre me impresionó ver a los pájaros preparar el nido antes de formar la familia y cómo la pajarita lo desprecia si no está bien hecho; y si le gusta, cómo se lo come a besos, dando a entender que el amor es acuerdo mutuo, es libertad.
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El amor siempre se desarrolla mejor en la belleza, en el esplendor de la naturaleza, la primavera, cuando la brisa canta y las flores oyen, bajo el cielo amado de las golondrinas es factible escribir un poema de amor a la persona amada.
Y no es invento mío que “Dios es amor”, lo dice la Biblia, o sea, el amor es un viaje de lo infinito a lo finito. En lo humano, el acto de Eva de sacar a Adán del paraíso fue un acto de amor, desobedeciendo incluso lo divino.
El beso es el culmen del amor, los ojos se cierran no para ver a otro, sino para adivinarnos por dentro, disfrutar de la hermosa melodía de la fundición con el silencio.
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Así como Dios nos formó con un soplo de amor llega un momento que lo retira, por este motivo no tenemos otra alternativa más que amar sin medida en esta vida. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro
