Me digno a escribir esto porque como ecuatoriano me siento orgulloso de cómo nuestro cine ecuatoriano sigue creciendo.

Escribir sobre el cine ecuatoriano no es solo analizar imágenes en movimiento, es reconocer una identidad, una historia que palpita en cada fotograma. Llevo muchos años escribiendo sobre diversos temas, soy escritor y mis textos han sido publicados en este medio en ediciones pasadas gracias a Diario EL UNIVERSO, que me permite seguir expresándome como el buen Montalvo con palabras que llenan no solamente la mente, sino el alma.

Nuestro arte, observando cómo el cine de Ecuador se abre camino, buscando el reconocimiento que merece. Y hoy, con Alucina, filme dirigido y escrito por Javier Cutrona, veo una película que no solo nos representa, sino que también nos ayuda a entender mejor la realidad.

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El Día del Libro

La memoria es un territorio inestable. A veces nos aferramos a recuerdos nítidos; otras, el pasado se nos escapa, roto en fragmentos que luchan por ser comprendidos. Alucina nos sumerge en esa incertidumbre a través de Camila, una mujer atrapada entre la amnesia y los flashes de su infancia. Pero más allá de la historia, esta película nos habla de un fenómeno más grande: la forma en que el cine reconstruye lo que somos.

Anahí Ruiz, quien encarna a Camila de niña, no es solo un personaje. Es la representación de un país que recuerda, de una identidad que a veces se desvanece y que necesita reconstruirse. Lo que su niñez encierra no es solo un misterio dentro de la trama, sino un símbolo de nuestra propia lucha por recuperar aquello que nos define. Alucina es, en ese sentido, una metáfora del Ecuador, de un arte que busca ser escuchado, reconocido y preservado.

Así como esta niña fragmentada se reconstruye, al observar esto en nuestro país vemos cómo podemos reconstruir también al Ecuador, fragmentado en estos momentos.

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Nuestra verdadera riqueza

El cine ecuatoriano ha crecido. Ya no es una periferia dentro de la industria latinoamericana, sino un espacio vibrante donde directores, actores y narradores construyen nuestra imagen en el mundo. Pero aún falta mucho. Nos hace falta más apoyo, más difusión, más conciencia de que estas historias son nuestra voz. Alucina es prueba de que estamos en el camino correcto, una obra que nos recuerda que no somos solo espectadores de nuestro pasado, sino arquitectos de nuestra memoria.

Si decimos que el arte es el reflejo de un pueblo, entonces el cine es la ventana que nos permite mirar más allá de lo inmediato. Con películas como Alucina, el Ecuador no solo sigue contando historias; sigue reclamando su lugar en el mundo.

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La educación técnica superior en Ecuador

Esta película (con duración de una hora y 55 minutos) estará disponible en las salas de cine de nuestro país a partir del próximo jueves, 1 de mayo. (O)

Javier de Jesús Barragán R., abogado, Guayaquil