El 17 de julio de 1840 nació en Jipijapa, Alejo Lascano Bahamonde, quien por su alta jerarquía científica y moral ha sido considerado como el varón más conspicuo que vio la luz en su ciudad natal, en el siglo XIX. Desde muy pequeño sus padres lo llevaron a vivir en Guayaquil, donde estudió la primaria y la secundaria y fue a terminar su educación a Quito, según esta era la costumbre reglamentaria de esa época.

Ejemplo de servir al país

Habiéndole percibido sus padres su inclinación por la medicina lo enviaron a estudiar esa carrera a París, Francia, por el prestigio que tenía en América la ciencia de ese país. En la universidad de París destacó por su talento y dedicación, logrando alcanzar rápidos progresos en tan difíciles labores antes de la presentación de un examen de lo más lúcido, ante la escuela de medicina por grandes celebridades científicas y aprobado por unanimidad con honrosa votación recibió la investidura de doctor en Medicina y Cirugía, el 17 de julio de 1864, cuando tenía 24 años.

Regresó a Ecuador y se estableció en Guayaquil, donde ejerció su noble profesión, obteniendo los más espléndidos y envidiables triunfos; además allí desempeñó los honrosos cargos de decano de la Facultad de Medicina, vicerrector y rector de la Universidad de Guayaquil, profesor de Cirugía, Patología externa, y Medicina operatoria en la misma universidad, fue senador principal por las provincias de Esmeraldas y Manabí. En 1893, el doctor Lascano desempeñó el rectorado de la Universidad de Guayaquil, logró la construcción del edificio de esa entidad pese a los pocos recursos que consiguió del gobierno de entonces y no dudó en cubrir lo que faltaba con sus fondos personales.

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A. Lascano fue el primer médico local

Como catedrático Alejo Lascano fue de aquellos que entendieron su misión y la cumplieron a conciencia, discípulos de él fueron muchos de los que, adelantándose a la eternidad, y otros que han alcanzado merecido títulos como dignos reemplazantes del maestro. El doctor Alejo Lascano tuvo, además, el mérito de haber sido uno de los pocos de nuestros médicos que estudió la flora ecuatoriana y utilizó los principios terapéuticos de muchos vegetales. Se distinguió por su amor a los pobres, a los que atendió y proporcionaba medicamentos de manera gratuita, sin importarle el horario o el lugar donde debía ir.

El 3 de diciembre de 1904, a los 64 años de edad dejó de existir el más notable de los defensores de la salud del pueblo y de los conductores de la juventud. De genio franco y sin pretensiones, a todos trataba por igual, a todos atendía, con todos era complaciente, de todos se hacía querer. Su fallecimiento constituyó un verdadero duelo social, porque la sociedad entera tuvo motivos para deplorar tan dolorosa pérdida.

Alejo Lascano

En su memoria se erigió un busto a la entrada de la vieja casona universitaria, una importante calle de Guayaquil lleva su nombre, un colegio de Jipijapa, también una calle en esta ciudad y una parroquia del cantón Paján.

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La juventud actual celebra su memoria siendo más humanos, estudiosos y forjadores de una sociedad más justa y comprensiva. (O)

Esneyder Castro Salvatierra, docente, Jipijapa