Si nos atenemos a las definiciones clásicas, populismo es “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Usado más en sentido despectivo”. Realmente podríamos decir que la actividad política, en general, se ajusta al concepto de populismo. Pero, también es cierto que en Ecuador al menos hemos tenido, en esencia, dos clases de populismo: el populismo ilustrado y el populismo vulgar.

El populismo ilustrado tuvo su máxima expresión con Velasco Ibarra, Camilo Ponce y con Carlos Julio Arosemena. Este populismo se caracterizó por el uso de retóricas de alto nivel, vocabulario fino y agudezas profundas y de muy alto contenido intelectual, acompañadas de presencias impecables.

¿Enmiendas, reformas parciales o asamblea constituyente?

Los otros populismos vividos en nuestro país, se acercan más al populismo vulgar: lenguaje arrabalero, imágenes ridículas, bailes grotescos, expresiones vacías, presencias que, pretendiendo ser populares, caían en el concepto de la extravagancia ridícula.

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Hay un grupo político que ha llevado el populismo vulgar a su máxima expresión con declaraciones sobre aspecto que no conoce, como hablar de la “dolarización a la ecuatoriana”, o sobre el valor de Coca Codo Sinclair y ahora que se habla del incendio de la refinería de Esmeraldas.

Persistencia y tozudez

Este tipo de actividades se aprovecha del desconocimiento del pueblo, lo que agrava la actividad y la pone en el nivel de oportunismo, explotación y colonialismo intelectual. Lo grave es que esto lo hacen quienes se autodefinen como antiimperialistas, anticolonialistas y defensores del pueblo, cuando lo que hacen es esclavizarlos, obligarlos a seguir ideas ajenas, que en resumen es de lo que se trata el colonialismo y el imperialismo, con el fin de someter a un pueblo a una sumisión y obediencia impropias de individuos con fortaleza intelectual. (O)

José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito