No voy a hablar de política, de promesas ni discursos vacíos, ya que el mundo no se encuentra en los debates ni en las elecciones, sino en la gente. Vengo a hacer que la gente piense que hoy podría ser el último día para abrazar a nuestros seres queridos.
La catástrofe que ha sufrido Valencia llegó sin previo aviso, ha dejado a muchas personas destrozadas. Una tormenta que destruyó vidas, arrasó hogares y se llevó consigo muchas promesas ahora incumplibles. La única enseñanza clara que nos deja es la fragilidad de la vida. Nadie lo esperaba, nadie pensó que quizá podría ser su último día. Damos por supuesto que tendremos un mañana, pero a veces ese mañana no llega. Ignoramos cuándo será la última vez que veamos a quienes queremos, e incluso puede ser que seamos nosotros quienes quedemos en el camino.
Nos hemos acostumbrado a la espera, siempre esperamos a un mañana, un después, una segunda oportunidad. Nos hemos dado el lujo de pensar que siempre habrá tiempo para dar ese abrazo, para pedir perdón, para decir “te quiero”. Pero la realidad es que el mañana es una ilusión. Nadie asegura que mañana seguiremos respirando. En algunos lugares, esta incertidumbre es parte de la vida, mientras que nosotros hemos normalizado el levantarnos cada mañana. Pero ¿qué es realmente “normal”? ¿Quién nos garantiza que despertaremos mañana?
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Mientras unos sufren, la política sigue adelante, las noticias vuelven a su normalidad, no pretendo que nos quedemos atascados, pero no debemos olvidar. La DANA llegó sin avisar y nos dejó con el corazón destrozado, recordándonos que nunca deberíamos haber asumido que el mañana sería seguro. Lo peor es que, al final, vivimos en una sociedad donde lo único que parece importar es mantenerse en el poder, jugando a ser defensores del pueblo, pero sin el pueblo. ¿De qué sirve un gobierno que está más preocupado por mantener su posición que por el bien del país? ¿Conoce usted a Maquiavelo? Este filósofo hablaba de hacer lo que sea necesario, sin importar lo moral, para mantenerse en el poder a toda costa. No lo digo por casualidad, sino porque vivimos en una sociedad tan maquiavélica y no nos damos cuenta.
Mientras el poder parece ser la única prioridad, vivimos en una política que ignora a la humanidad. Y aun así, continuamos creyendo que mañana todo se resolverá. Pero lo peor de esta situación es que no sabemos si mañana estaremos aquí, ni si los próximos afectados de un desastre seremos nosotros.
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La tormenta en Valencia no avisó, y aun así, seguimos dejando para mañana lo que podíamos hacer hoy. Quién sabe si ese abrazo a tu abuelo, a tus padres es el último, si supiéramos que es el último, nunca les soltaríamos
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Hoy tenemos la posibilidad de cambiar. La vida no se detiene y el mañana nunca está garantizado. La DANA nos ha mostrado lo vulnerables que somos. No esperemos a que otro desastre nos recuerde lo que debimos hacer hoy. (O)
Almudena Ridruejo, Madrid, España