Es desagradable que ciertos hombres orinan arrimados a un árbol, al carro, una pared. Unos exhibicionistas no se esconden, no se tapan, se ponen de frente al público, las personas que circulan a pie o en carros los observan. No les da vergüenza.

Los mismos padres les enseñan dicha costumbre fea a los hijos pequeños en las calles, los arriman a un coche y les bajan los cierres de los pantalones, también los ponen de frente a las personas para que hagan sus necesidades fisiológicas; esos pobres chiquillos, con años más grandes, puede que no tengan pudor dado que los criaron con la mentalidad de que las calles de nuestra urbe de Guayaquil, y de cualquier ciudad, simplemente son servicios higiénicos libres de techos, paredes, puertas, que no importan ensuciarlos, dejarlos hediondos, y en donde se quitan la ropa íntima para proceder a orinar, etc. (O)

Guiselle Medrano, Guayaquil