La inmunidad inducida posterior a la infección por el virus SARS-CoV-2 o a través de la vacunación ha demostrado que proporciona un grado de protección contra las reinfecciones por nuevas variantes y disminuye la mortalidad. En paciente convaleciente ha sido estimado que la protección conferida es del 89% eficaz, frente a nuevas reinfecciones y del 50 a 95 % de eficacia en los pacientes vacunados, evitando complicarse con enfermedad severa y muerte.

La emergencia de la variante ómicron con varias mutaciones en la proteína S, alrededor de 37 y en el dominio (RBD) unas 15, producen una marcada reducción de la actividad de los anticuerpos neutralizantes comparada con las variantes ancestrales: alpha, beta, gamma, delta; son sustancialmente reducidas y fallan en neutralizar. La mutación en variante ómicron confiere un escape inmune, dándole más afinidad al receptor ACE2 para unirse con el dominio RBD. Una de las razones del aumento de la infectividad, es la más fácil transmisibilidad del virus, debido a la mayor afinidad de RBD para unirse con los receptores ACE2, que las variantes anteriores. El ómicron RBD es estructuralmente similar, pero antigénicamente diferente a las variantes ancestrales o salvajes. En pacientes convalecientes y vacunados, la pérdida de los niveles de anticuerpos es menor después de la dosis de refuerzo. La importancia de la dosis de vacuna de refuerzo, especialmente en aquellos con bajos niveles de anticuerpos neutralizantes anti-SARS-CoV-2 RBD IgG, es de suma importancia para mantener activa la inmunidad contra el COVID–19. Las estrategias de vacunación con refuerzos incrementan la duración de los títulos de anticuerpos neutralizantes anti-spike. (O)

Jaime Galo Benites, doctor en Medicina, Guayaquil