El sentimiento de patria, la solidaridad, la sensibilidad, el respeto a los altos valores nacionales, son nuestras mayores herencias transformadas en virtudes en cada uno de nosotros; demostrándose en las huellas que hemos marcado a través de la rica historia que tenemos.

Hemos en muchas ocasiones superado escollos por más que sean filosos y pretendan mellar la fortaleza de nuestra estima que nos mantiene unidos bajo una férrea templanza en la institucionalidad y el auténtico sentido de unidad sublime de ecuatorianidad. Muchas veces hemos logrado descartar disgregaciones que procuraron empañar nuestra límpida atmósfera, con los invisibles mantos del odio divisionista y el antagonismo retrógrado en afán de querer cambiar, quizás detener, el curso de nuestro futuro, que tiene apoyo de un conjunto de acontecimientos de heroicidad que fecundan nuestro horizonte.

Las naciones de todos los continentes nos admiraron y admiran, pues al contar con tierras donde existen los mejores alimentos... ya que por antonomasia tenemos el distintivo de “Mitad del mundo”. Y en esta mitad se comprimen y convulsionan todas las fuerzas, gravitatorias generadas por la fuerza de la rotación de la Tierra. No es casual que el sol meridiano deposite sus rayos perfectamente perpendiculares sobre todo el territorio nacional a la misma hora, excepto en la región Insular. Prueba fehaciente que solo nosotros gozamos de este prodigio fenómeno interplanetario derramado sobre esta tierra de Ecuador. La gratitud del ecuatoriano nos ha cubierto de estima que la humanidad reconoce, pero no alcanza a descifrar ¿por qué?, inconscientemente lo distingue. Nos es extraño, cuando ciudadanos de cualquier país del mundo nos preguntan ¿son ecuatorianos? Es admirable cómo descubren nuestra nacionalidad. La ecuatorianidad es un don sin parangón, así somos y así moriremos.(O)

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César Antonio Jijón Sánchez, Daule