“Obtuve 900 puntos” dicen emocionados varios estudiantes al terminar la prueba de ingreso para la universidad, después de varios días chocarán con la realidad de no obtener el cupo para la universidad debido a la corrupción de venta de cupos a personas con puntajes menores. De seguro, muchos de nosotros hemos escuchado esta situación. Pareciera que se ha asignado el cupo a quienes tienen la capacidad económica y no a quien se ha esforzado por conseguirlo.

Hacia la excelencia educativa

¿No hemos pensado en los sacrificios que han hecho estos chicos para obtener un excelente puntaje?, ¿en aquellos que toda su vida estudiantil buscaron la excelencia para ingresar a la universidad, en que la universidad es su única oportunidad? Peor aún después, cuando esta burbuja se rompe y creen que la culpa es de ellos, se preguntan si les faltaron más horas de estudio, si es su culpa no ser suficientemente inteligentes, cuando no es su falla. Su única carencia es no haber pagado por un cupo en una universidad estatal que está en la obligación de ser gratuita. ¿Acaso las autoridades han olvidado que hay personas que estudian en universidades estatales porque no pueden costearse otra opción?

Otro gran error es eliminar a los estudiantes del registro nacional y darles la respuesta de que no podrán dar el examen, cuando ellos se han asegurado de estar registrados cada día para que un error del Senescyt les imposibilite dar el examen, esto es lo que sucedió en este nuevo periodo de exámenes a varios postulantes, los cuales se vieron incapaces de dar el examen sin saber por qué.

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¿Cómo podemos educar a nuestras futuras generaciones sobre anticorrupción si desde el sistema de educación superior se normaliza esta? Esta injusticia no solo desmotiva a aquellos estudiantes que se han esforzado en sus estudios, sino que también perpetúa el ciclo de desigualdad social. (O)

Dulce Maheva Gaibor Coloma, Milagro