Santa Elena.- En el establo quedan las figuras que colocaron las niñas vestidas de pastoras, en homenaje al nacimiento de Dios. / José Beltrán


En diciembre, en los años 70, las luces multicolores de focos cubrían las ventanas y los balcones en los barrios de Santa Elena; se levantaban pesebres con materiales propios de la Costa. Los comités barriales se aprestaban a brindar agasajos a los niños con juguetes y comidas.

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En el barrio Colonche en su sencilla casa, Juanita Teresa, llamada cariñosamente también doña Tere, peninsuleña, con recursos propios y dedicación preparaba el ‘baile de las pastoras’ en honor al nacimiento del Niño Jesús. Solicitaba a las familias de los barrios vecinos que las niñas de 7 a 10 años participen en una coreografía. Las escogidas en número de 20 a 30 asistían a ensayos donde con los compases de guitarras aprendían pasos de baile y estrofas para ofrecer al Niño Jesús.

Doña Tere tenía en una libreta por escrito las escenas y los diálogos que expondría en la Nochebuena. El 24 de diciembre la calle cubierta de guirnaldas, música, un gran público se apostaba por la cerca de caña guadúa que cubría el pesebre viviente. Antes del baile, el grupo de pastoras recorría las calles principales del cantón Santa Elena, para asistir a la misa en la iglesia central. Una caravana presidida por los priostes, padrinos, llevaban a un niño en una canasta con mantas y flores. Los padrinos eran personas influyentes que cooperaban con dinero para los gasto del evento. Las niñas pastoras vestidas blanco, coronas de flores o diademas plateadas, cantaban llevando figuras al pesebre: “Recibe, Niñito, este patito para que nade en tu lagunita... Recibe, Niñito, este regalito para que alegre tu corazoncito... Recibe, Niñito, este gallito para que alegre tu pesebrito... Recibe, Niñito, este pajarito para que te cante a cada ratito...”.

Juanita Teresa falleció hace varios años, la tradición continúa, no con su mismo brillo de antaño. (O)

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Evelio Patricio Reyes Tipán, Santa Elena