La naturaleza nos está pasando la cuenta de nuestra agresión. Somos uno con el universo, y cuanto hagamos con él nos lo va a devolver. El calentamiento global es evidente.

Estuve en la ciudad de Cuenca: ¡qué hermosa y desarrollada que está!; bella, preciosa; me conmovió. Allí viví 9 años y nacieron mis dos primeros hijos.

Estamos en pleno invierno. Por la noche quise visitar la catedral y el frío me enclaustró en un bello restaurante aledaño a dicha iglesia. Tuve que regresar al hotel: el frío estaba insoportable.

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Vuelvo a mi querido cantón Milagro y se desatan las lluvias. Nuestro pequeño riachuelo no soportó el embate de las aguas y se desbordó como nunca; no respetó muros de tierra, etc. Trajo sus aguas contaminadas con basura, tierra, heces a nuestras casas. Se me dañó la refrigeradora; la reparación me cuesta $ 350, por hablarles de un solo artefacto; los muebles, las camas, los colchones, el sistema eléctrico...; imagínense nuestros hermanos que viven en los suburbios: se les dañan sus cosas; ¿cómo compran de nuevo?

Es terrible el daño que producen los desbordamientos de ríos, y no solo eso: las aguas contaminadas con virus, bacterias, hongos, parásitos afectan la salud de la piel, ojos, oídos, aparato respiratorio, aparato intestinal, aparato urinario, etc.

Parece imposible, pero con amor a este bello cantón, Milagro; con planificación, responsabilidad, ayuda internacional, colaboración de todos, a largo plazo podemos buscar una solución a este viejo y aterrador tema del desbordamiento de nuestro querido río. Confío en que nuestras nuevas autoridades seccionales comiencen a poner las bases para la solución a largo plazo de este problema. Lo consiguió la ciudad de Babahoyo (Los Ríos), con un río más grande que el nuestro. ¿Por qué nosotros no? (O)

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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, doctor en Medicina, Milagro