La selección de Argentina con el capitán Leonel Messi, y la gran lección en Qatar 2022: no importa cuántos años tengas ni cuántas veces lo intentes, nunca está demás una vez más, si es posible intentarlo y querer ganarlo con el corazón. EFE / Friedemann Vogel Foto: Friedemann Vogel


Hay un dicho popular en Argentina que indica que si quieres saber cómo va el fútbol no solo en ese país sino en el mundo, debes hablar con un lustrabotas, un chofer de taxi, o un vendedor de periódicos de esquina, con el local a la calle. Cuánta verdad. Debe ser seguramente uno de los países más futbolizados del planeta junto con Brasil, España, Reino Unido. Pero el fanatismo del latino país es único y no compite en paralelo con ninguno.

Para ellos, lo que cuenta es ganar, un segundo puesto es inservible. Realidad un poco cruel. Para mí, Qatar ha dejado una lección imborrable de la mente del hombre que observa de lejos la evolución de la humanidad. Anticipo que no soy periodista ni aficionado al fútbol a nivel fanático, me gusta el deporte y la sana competición, el fútbol es uno más. Soy un opinador de banco con un café en una cocina, nada más. Qatar deja una lección grande para bien y para mal. Sigo la liga española y algunos de sus programas y he visto cómo en los últimos años en que Messi se vino a menos, no hubo uno que tuviera compasión del lado del periodismo alineado en los equipos contrarios, o quizá se me pase una honrosa excepción, que no hiciera picadillo de su valía. Aun después de levantar la Copa del Mundo en Qatar, hubo uno y otro y algunos que respaldaron: “... vaya era su quinto mundial, ¿como que ya era hora, no?”. Qué mal estuvo eso, cuando es todo lo contrario. Un poquito de historia nos viene bien, me ayudé con los entendidos, Messi fue casi que recogido por el Barcelona de España desde su niñez, la madre patria se encargó de su familia tutelar, madre, padre, hermanos, de su educación, nutrición y sus destrezas deportivas. Le enseñaron a cuidarse, los españoles, a tener valores, a ser un hombre de palabra, a no ser fantoche, a ser el jugador que es; ha ido a cuatro mundiales y fracasó, pero insistió con todo en su contra, edad, habilidad, destrezas, amor propio profesional cuestionado por todos y estuvo al frente, adelante, como un valiente a morir en el esfuerzo. Pero sobre todo, le enseñaron que el fútbol es un juego, una diversión y una forma de ejemplo a la niñez, y eso fue su base para iniciar su periplo por la historia.

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La gran lección de Leo o Lionel Messi es que no importa cuántos años tengas ni cuántas veces lo intentes, nunca está demás una vez más, si es posible intentarlo y querer ganarlo con el corazón y la convicción que se tiene; y esta vez él pudo y nos enseñó que sin tener la edad ideal, tenía la madurez y la experiencia necesaria, pero sobre todo la valentía de levantarse del césped del cual los propios españoles y argentinos le gritaron desde las gradas, desde los micrófonos “pecho frío”, “estás acabado”, “retírate, no sirves”. De flaquezas a fuerzas, a voluntades invencibles, a caracteres que deben ser imitados, Leo Messi es el ave fénix de Qatar, aunque a muchos les moleste porque no tenía la edad ni el equipo ideal, solo la voluntad y el poder del convencimiento de saber obedecer a su entrenador, de mandar a su equipo y sobre todo liderar a un conjunto de hombres a la eternidad. Es un ejemplo maravilloso. ¡Leo nos dijo en Qatar, nunca es tarde para ganar! Este es el gran legado.

Gracias, Messi, por enseñarnos a no darnos por vencidos nunca. (O)

Gustavo Zevallos Baquerizo, ingeniero, Guayaquil