Eran otros tiempos cuando la presencia del hombre del mandil blanco era grata y sus consejos eran bien aceptados. Con sus manos mágicas extirpaba tejidos carcomidos por los males del mundo y con su sabiduría emprendía una vigorosa lucha contra las dolencias del prójimo. Se lo consideraba un apóstol de la salud, un incansable luchador contra la enfermedad y un ser dotado de luz que buscaba eliminar los dolores ajenos, para devolver la salud y la esperanza a los que la perdieron.

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Pero los tiempos han cambiado y la sociedad moderna procura modelar al nuevo médico convirtiéndolo en cómplice de calamidades humanas. Con sus modernas y avanzadas leyes, el mundo de hoy pretende obligarlo a destruir la vida humana. Aquel ser luminoso, que antes salvaba vidas, hoy lo quieren convertir en verdugo de los desamparados. (O)

Gustavo Vela Ycaza, Riobamba