“Si salgo sola, soy la zorra. Si me divierto, la más zorra…”, cantaba con orgullo el dúo que representó a España en la última edición de Eurovisión. Sin intención de criticar musical ni artísticamente a la canción, esta me ha llevado a una reflexión. ¿Hemos pasado de ser “princesas”, como símbolo de femineidad, a ser “zorras” como signo de empoderamiento femenino?
Se ve día a día en las redes sociales y la televisión a artistas e influencers que muestran su físico, hasta no dejarnos “ni para la imaginación”. Sin embargo, nos enfurecemos de que nos cosifiquen, pero lo hacemos nosotras mismas cuando aprobamos e incluso copiamos a estas personas.
Cuando no hay nada más que mostrar que el cuerpo y no las opiniones, a lo mejor. Cuando el decoro, recato, pudor y la privacidad no están en nuestro vocabulario ni en nuestros actos, también. Cuando aplaudimos a una exautoridad de Guayaquil vocear frente a jóvenes “vístanse como quieran y desvístanse como quieran y con quien quieran”. Creo que estamos cayendo en extremos, no generando equilibrio.
Publicidad
100 años del voto femenino en Ecuador: Matilde Hidalgo marcó la ruta de las mujeres en la política
No, no es mojigatería, creo que en este momento de la historia las mujeres hemos alcanzado reivindicaciones y más derechos por nuestras ideas y nuestro trabajo, que por mostrar piel. Fueron etapas culturales duras hasta llegar aquí, pero debemos pasar la página y centrarnos en un diálogo abierto, sobre todo, educar de ese modo a nuestra descendencia.
Esta no es la forma de alcanzar la igualdad. Debemos aceptarnos en nuestra femineidad con sus fortalezas y debilidades.
No me identifico ni con ser “princesa” ni con ser “dragona”, tampoco con el estribillo del dúo Nebulossa (representante de España en Eurovisión). Creo que con esta canción, así como en el imaginario de muchas mujeres, confundieron la reivindicación con el desenfreno. (O)
Publicidad
Andrea Mora Dávila, abogada, Madrid, España