Todos tenemos algo en que creer; ese es el secreto de la vida. Yo me crie en medio de Dios y me convencí de que somos hechos a imagen y semejanza de él; por tanto, somos inmortales e invencibles no en el sentido de la vulnerabilidad, ¡no!, sino en la seguridad de que cuando nacemos venimos a algo y cuando nos vamos seguimos en algo. Yo ya viví la previa: estuve inconsciente unos ocho días intubado y les cuento que el camino no es tan escabroso. Siempre me aferré a mis creencias, rezaba el avemaría y el padrenuestro; no les pedía que me regresen, sino que me den la esperanza de una bella aventura.

El poder de la imaginación

Desde niño en que tuve el honor de nacer en Milagro y jamás me gustó ser un miembro de la manada, siempre me gustó observar, ver y hacer lo que mejor le convenía a mi vida; siempre me maravilló la naturaleza, cómo de un trozo de cañas sacaban la azúcar y cómo la misma caña que daba dulzura al mismo tiempo al fermentarla producía alcohol.

También me di cuenta enseguida de que el éxito y la excelencia siempre tienen que ir acompañados del estudio, del trabajo y el esfuerzo; que mientras más esfuerzo, sacrificio, amor y trabajo se ponga a una labor mejor será la recompensa; y estudié una de las profesiones más difíciles de esa época, Medicina, y luego Comunicación; la primera porque me encanta curar enfermos y la segunda para poder expresar con libertad lo que se ve, se oye, se siente y lo que se piensa.

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Televisión y violencia: la peligrosa costumbre de lo intolerable

Me inspira el pensamiento de Edgar Guest: “Solo está vencido quien se rinde. Solo ha terminado aquel que se detiene. Sin importar cuántas veces fracase, sin importar cuántas veces caiga, un hombre solo habrá muerto cuando se halle tendido en el polvo y rehúse a levantarse... Morirá el hombre cuando muera y quedará vencido cuando deje de intentarlo”. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro