La influencia de la figura paterna en la vida del ser humano es determinante porque de ella derivan aspectos sustanciales que forjan nuestra personalidad, de allí la importancia de exaltar el Día del Padre no únicamente desde su función de autoridad o de mero proveedor en el hogar, sino desde su presencia silenciosa, constante y muchas veces subestimada en la crianza de sus hijos.
Para quienes tuvimos la bendición de tener padres que nos amaron y enseñaron con el ejemplo y que partieron a la eternidad, evocar su recuerdo nos resulta innegablemente nostálgico al no poder contar con su presencia física en este día, pero a la vez nos reconforta asimilar que todo ese bagaje de valores y enseñanzas dados con amor son los que precisamente tratamos de transmitir a nuestros hijos. Y para quienes gozan de su presencia, hoy es el día propicio para reconocer y celebrar todos los tipos de paternidad: biológica, adoptiva, de crianza, abuelos que hacen de padres, tíos, hermanos mayores y hombres que asumen ese rol sin etiqueta, que aman sin dramatismos, que protegen sin exigir reconocimiento, y que forman parte esencial del tejido emocional y ético de la familia.
A quienes somos padres, este día nos debe mover la reflexión de volcarnos de ser proveedores distantes a compañeros emocionales activos en la crianza y formación de nuestros hijos, a entender cómo los actos pequeños y constantes son formas profundas de amor a desafiar la imagen de padre como figura rígida o emocionalmente distante y reivindicar al hombre sensible, comprometido y presente. Y a la sociedad entera, un llamado a la gratitud de la figura paterna, a valorar sus esfuerzos, silencios y enseñanzas que marcan caminos sin pedir nada a cambio. ¡Espero que los padres hayan tenido un feliz día ayer! (O)
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Juan Segundo Martínez Loor, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil