El brutal crimen cometido contra Fernando Villavicencio, una figura destacada en el rol de fiscalizador en Ecuador, ha generado impacto nacional debido a que se trató de uno de los candidatos más viables en avanzar a la segunda vuelta electoral, según análisis.
Este crimen caracterizado por violencia extrema tuvo como objetivo influir en el sistema político y socavar la estabilidad democrática a las puertas de un proceso electoral crucial, en un momento difícil que atraviesa el país. Es evidente que el contexto político en el que se produjo el delito y su planificación perversa no son meras coincidencias. Hace unos días mencioné en una entrevista que solo tres factores podrían alterar el panorama electoral: un atentado que cambie el clima político, un debate que afecte la percepción de liderazgo de candidatos y errores graves que influyan en el 40 % de la población indecisa. Creo que este último está experimentando un aumento después de dicho asesinato. Nos preguntamos, ¿este crimen fue un magnicidio? Era una figura relevante que representó amenaza para ciertos intereses. El asesinato guarda similitudes con el del candidato a presidente de Colombia en 1986, Carlos Galán, ya que ambos lucharon contra la corrupción, mostraron valentía y se convirtieron en ‘blancos’ del temor a la transparencia. Es hora de tener humildad, solicitar ayuda a países que manejan la seguridad mejor, ¡si nuestros policías y ejército no lo han podido lograr! (O)
Fabricio Betancourt Ordóñez, abogado, Quito