En el Ecuador ocurre un fenómeno estructural normalizado por sus ciudadanos, el cual es las malas condiciones laborales que se nos ofrecen, siempre se comenta que no hay trabajo, pero poco se habla de los malos trabajos que hay. Hablamos de extensas jornadas laborales, que sobrepasan de las nueve horas, por un sueldo básico y en ocasiones hasta menos.
La alta demanda laboral de este país les ha permitido a los empleadores aprovecharse del sistema y ofrecer “beneficios de ley”, “pagos puntuales”, “hora de almuerzo” y “buen ambiente laboral” como si nosotros debamos aplaudirle a un pez por nadar. Utilizan contratos perjudiciales al trabajador, los cuales se aceptan porque “es lo que queda”. Estamos envueltos en un ciclo vicioso, en el cual la necesidad nos ha rebajado al punto de aceptar la explotación laboral, largas jornadas cargadas de trabajo con descansos que no llegan ni a ser una hora.
Y los empleadores y empresas se salen con la suya jugando con la necesidad de los ecuatorianos, porque si a uno no le gustan las condiciones y tratos o no se quieren “poner la camiseta” por un sueldo mediocre, hay 100 postulantes más en fila esperando la oportunidad de trabajar bajo cualquier circunstancia.
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Minimizan nuestro tiempo, valorizando nuestras horas de vida a un par de dólares, les incomoda que nuestra vida no gire en torno al trabajo, que queramos desconectar de él los fines de semana y después de la jornada laboral, que no contestes mensajes, llamadas y correos fuera de esos horarios, en las entrevistas tienen el descaro de preguntar si estudiamos o si hacemos actividades extracurriculares que puedan intervenir con el trabajo.
Los políticos y el sentido de la oportunidad
A este punto realmente no importa tener un título o no, porque esto se ha desvalorizado también, ya que la demanda laboral al ser mucho más alta que la oferta, les permite a estas empresas ofrecer salarios mínimos, exigiendo gran cantidad de experiencia, título universitario y en casos hasta maestrías, porque siempre habrá una persona con la suficiente cantidad de necesidad que se rebaje a las condiciones que ofrecen.
Por lo que es necesario no solo abrir más plazas laborales sino también exigir buenas condiciones, donde se respete el descanso, la salud física, mental y emocional de los empleados. Obviamente no son todas las empresas que son insensatas que buscan mano de obra barata y exigen mucho dando poco. Se debe regularizar las condiciones laborales, establecer un máximo de tiempo en las jornadas de trabajo y regular los sueldos según función, nivel de estudio y experiencia, como se supone que debería ser.
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Nosotros en lugar de aceptar desde la necesidad un “peor es nada” y alimentar este sistema laboral precario, debemos exigir mejores condiciones laborales, reconocer nuestro valor como seres humanos y trabajadores, no permitir que la vara de expectativas siga en el piso, y rechazar propuestas laborales que nos deshumanizan. (O)
Faviana González Guerrini, comunicadora social, Guayaquil