Lo que estamos presenciando actualmente es consecuencia de la carencia de sintonía social y la falta de diálogos y acuerdos entre los ciudadanos y el Gobierno.

El deterioro de la clase política, una democracia debilitada y la corrupción enraizada en ciertos políticos han desgastado las expectativas y la paciencia de los ciudadanos que, por tanto, reflejan enojo y rechazo rotundo hacia esto.

La Asamblea Nacional es el mejor ejemplo de reflejo del fracaso político del país. Sus miembros han abandonado a la Función Legislativa sin tratar de solucionar ningún problema estructural y se han sumido, lamentablemente, en un circo político.

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Lo que debe quedar claro es que la crisis política no se va a solucionar con las salidas de unos y de otros de sus cargos, sino que es mucho más estructural y requiere respuestas más complejas que solamente “¡se vayan todos a sus casas!”.

De plano, habría que retomar debates más integrales y participativos, buscando contrapesos y equilibrios entre los poderes del Estado.

Es importante considerar reformas en las reglas electorales para tener mejor representación de autoridades, con el objetivo de que exista más idoneidad en quienes ocupan los cargos públicos.

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Más allá de la consigna y del calor popular de una ‘solución’ de “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”, la situación de fondo no se resolverá con esas salidas. Incluso si se van todos, el sistema permanecerá.

Proteger la democracia requiere insistir en la búsqueda de diálogos, en la protección de los derechos, en ampliar la participación ciudadana y en reducir el desarrollo de cualquier grado de autoritarismo (estatal, familiar, social, etc.) y de la corrupción.

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Tal vez, lo que hace falta no es que se vayan todos, sino que entremos todos a un verdadero debate. (O)

Juan Francisco Yépez Tamayo, abogado, Guayaquil