Como mucho de los lectores soy el tipo de persona que le gusta pagar la cuenta cuando voy a comer con mi familia o amigos a restaurantes, pero últimamente me he dado cuenta de que también estoy pagando la cuenta de los delincuentes que a diario nos roban, secuestran, violan, matan o se llevan el dinero del Estado e inclusive del personal encargado de socorrer al que carece de posibilidades de hacerlo. La Biblia dice: “dad de comer al hambriento y dad de beber al sediento”, pero también dice: “el que no trabaja que no coma”.

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Actualmente existe en Ecuador un promedio de 50.000 delincuentes que se encuentran en las diferentes cárceles del país, que a un costo de 2 dólares con 50 centavos diarios por cada uno significa que el Estado está gastando 125.000 dólares diarios en alimentar criminales, en vez de usar ese dinero para la colación estudiantil en escuelas o guarderías. ¿Y será que el Estado saca de su bolsillo este dinero? La respuesta es no, somos todos los ecuatorianos que a través de lo que pagamos en impuestos los que terminamos pagando la cuenta de comida de esta gente mala, por lo tanto, elevo mi protesta y como muchos otros ecuatorianos de bien me niego a pagar la comida de alguien que tanto mal le causa al país y exijo al Estado corregir este problema.

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Opino que existen cuatro formas de arreglar esta situación. En primer lugar, sugiero que cada delincuente pague su comida, si este no tiene dinero para esto, el Estado debería emplear a este grupo de personas para la construcción de nuevas carreteras, aseando calles y playas, o sembrando árboles. Por otro lado, se podrían construir dentro de los pabellones de la cárcel centros artesanales para que ahí aprendan un oficio y cuando salgan en libertad puedan montar su propio negocio. Además, se debería corregir la ley de tal manera que ningún delincuente salga de la cárcel hasta que pague las multas por haber cometido sus fechorías. (O)

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Enrique Aníbal Chalén Escalante, ingeniero comercial, Guayaquil