Retirarse a tiempo

El tema que voy a tratar surgió al encontrar una hojita vieja y amarillenta dentro de un libro de mi padre. El título era el mismo de esta carta y me llevó a tomar conciencia que nosotros los de la tercera edad en adelante debemos reconocer el momento exacto de decir adiós a nuestros puestos por muy importantes que hayan sido, ya sea en un gobierno, en un hospital, en una iglesia, en una institución educativa y hasta en el reinado de un país.

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Hay que ceder el paso a la juventud, retirarse con dignidad con la cabeza en alto y con una mirada limpia y digna quizás para que en algún momento poder dar un consejo sabio al hijo, al nieto, o hasta quizás un gobernante que lo precise.

No somos insustituibles, aparentemente una neurona cerebral equivocadamente nos implantó la creencia que somos únicos y con poderes ilimitados, imposibles de equivocarse o ser reemplazados.

¡Necios! Esa es la palabra que nos define, ególatras pegados a sus tronos públicos o privados. Deberíamos ser como los deportistas que de un momento a otro se percatan que hasta aquí llegaron y buscan otras actividades, alejándose y dejando un nombre limpio y muy en alto.

Vejez lúcida y bella

Cuántas personas a nuestro alrededor no admiten que hay un momento de decir ‘adiós’ y dar paso al joven detrás de ti, que aprendió con tu conocimiento, experiencia y sabiduría y está listo para ocupar tu posición.

Una vez pregunté a un amigo, dedicado a la política: “¿cuándo te retiras?”. Él me contestó: “Si por mí fuera nunca, no sabes; esto es mágico, no hay puerta que no se abra y no existe un no”. Fueron expresiones que nunca me olvidaré, porque provenían de un hombre brillante que terminó enlodado con dinero mal habido y en negocios oscuros, destruyendo así su nombre y su familia. ¿Por qué no salir con la cabeza en alto y con dignidad?

Los jóvenes si pueden tienen derechos a tomar malas decisiones y aprender como nosotros cuando nos caímos y nos levantamos luchando para alcanzar el “dorado” puesto que hoy nos aprisiona.

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Amigos retirémonos a tiempo. No permitamos que el ego nos mantenga pegados a un puesto y terminemos como viejos prepotentes. Vivamos la vida que nos queda con amor y plenitud; conozcamos aquello que nunca vimos por falta de tiempo, conozcamos esos seres maravillosos que nos rodean y miremos la vida con otra perspectiva más sana y auténtica.

Nosotros somos oro en polvo, seres valiosos, regalémonos los momentos bellos que nunca disfrutamos. ¡Los merecemos! (O)

Aura Clotilde Álava García, Samborondón