Allá por los años 50 cuando se comenzó a desarrollar la ciudadela Urdesa, en el norte de la ciudad, era tranquila, se vivía en paz, lejos del ruidoso centro de la ciudad; jamás se pensó que con el paso de los años se convertiría en el galimatías que es actualmente.
Lo último en urbanizarse fue Lomas de Urdesa, que era el sector más exclusivo, un sitio netamente residencial donde nunca se pudo poner botica, bazar (...), ni tienda de abarrotes. Pero a pesar de la ordenanza municipal que regula el uso de suelos, Lomas dejó de ser residencial para convertirse en zona rosa o casi barrio de tolerancia. Los primeros colonos de Lomas adquirimos los terrenos y durante muchos años vivimos en paz, sin embargo, poco a poco familias comenzaron a mudarse vendiendo algunas sus casas a quienes se las pudieran pagar, y actualmente existe en el vecindario de todo lo inimaginable. Una casa pasó a ser hostal, como no resultó el negocio se la alquilaba para eventos de todo tipo y de cualquier calaña con tal de que rinda algo.
Y la ‘cerecita del pastel’ ahora es otra casa convertida en un antro que se promociona en las redes sociales y en volantes, que presenta hasta cinco bandas musicales por día, con un ruido infernal; la entrada cuesta 20 dólares y adentro se encuentra de todo. Alrededor de 50 vecinos firmaron una carta de que no se puede descansar de noche y se presentó la denuncia al Municipio de Guayaquil. El sábado 28 de mayo fue clausurado y, oh sorpresa, el viernes 3 de junio se levantaron los sellos de clausura y volvieron a abrir.
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Preguntamos, este es un barrio residencial, ¿es cuestión de aflojar unos billetes o qué se puede hacer? Entre las muchas atribuciones del Municipio de Guayaquil está velar por la seguridad y el bienestar de los ciudadanos, pero ahora no hay a quién recurrir y diremos como el Chapulín Colorado: " Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”. (O)
Lourdes Meloni de Rojas, Guayaquil