Todos necesitamos dinero, ese billete compuesto de 75 % de algodón y 25 % de lino, que para obtenerlo se requiere trabajar duro, esforzarse, utilizar incluso la calidad de pensamiento; otros, en cambio, buscan la forma más fácil de conseguirlo a través de robos, asaltos, extorsiones, secuestros, ‘pirámides’, estafas..., arriesgando incluso su propia vida.

A nivel de educación financiera, ¿qué ocurre cuando gasta más de lo que ingresa o es exageradamente generoso con sus seres queridos? Simplemente, no le alcanzará el dinero para cubrir sus gastos personales y vivirá con esa sensación de frustración, incluso de ansiedad y sin poder dormir. Esto ocurre porque fuimos educados primero para consumir o gastar, antes que para hacer dinero o evitar la dependencia del dinero. Por ejemplo, si tengo un huerto en el patio de mi casa, en lugar de tener un patio lleno de tereques o jabas vacías de cervezas, etc., y recuerdo que nuestro país goza de buen clima (no tenemos huracanes, tifones, tormentas de nieve...), podré sembrar en cualquier época del año tomates, zanahorias, pimientos, etc.; esto significará que en mi lista de compras en un supermercado o en la plaza de verduras nunca más tendré que gastar en esos rubros para comprar vegetales, verduras. Incluso me permitirá hacer trueque con mis vecinos, tipo granjas comunitarias.

Entre menos dependamos de los billetes, mayor será nuestra libertad financiera y no seremos esclavos de la quincena o súbditos de las deudas. Si tiene una habilidad o destreza, ¿qué espera para rentabilizar las neuronas? Si somos expertos en matemáticas, podemos dar clases, etc.

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No dependamos de una sola fuente de ingresos económicos. Busquemos la segunda fuente de ingreso honesta, ahora, y no en el ocaso de nuestra vida. (O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Periodismo, Guayaquil