Soy creyente a morir, creo que venimos de Dios y volveremos a él, me conmovió cuando vi y leí que un latinoamericano, Jorge Mario Bergoglio, había sido elegido papa, más aún cuando lo vi actuar como un hombre de carne y hueso, humilde, siendo argentino, alegre, fanático del San Lorenzo que besaba los pies de sus semejantes, dejándole sus pequeños ahorros a los presos de una cárcel.
Un hombre sabio que supo distribuir muy bien su bondad condenó los errores de sus congéneres de hábitos, lo vi diciéndole a un niño del cual su padre era ateo que para él también era el cielo, que este se lo gana también con la bondad y el comportamiento. Yo viví cinco años con los jesuitas en Riobamba, los conozco son de convicciones férreas y correctas, no los vi nunca actuar mal, siempre seguros, siempre sabios, imagínense tratar con adolescentes.
Recuerdo una vez que los mayores nos escapábamos por una cornisa desde el internado para ir a una fiesta y un compañero menor se quedó en medio camino y comenzó a gritar y se despertó todo el colegio, a mí se me cayó más que el alma, la mente y todo al piso, mínimo expulsión, pero ¡no!, el padre Llovet intercedió por nosotros ante el padre Acosta, fuimos perdonados no sin antes recibir un fuerte castigo que incluía la idea de nunca más volver a hacerlo y la clausura de la ventana por donde salíamos.
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Desde el más ostentoso hasta el más humilde va dejando una huella de su paso por la vida, algunos son el orgullo de su familia, otros de la sociedad que los rodea, otros del mundo, iguales son las satisfacciones, siempre y cuando se haya amado a Dios, al estudio, al trabajo, al amor y sobre todo el servicio a los demás y en eso nuestro querido papa Francisco fue un líder y un ejemplo para los demás. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro