La historia de la política ecuatoriana tiene una innumerable lista de personajes que han dejado su huella no solo para los libros, sino también para la justicia, además en la forma cómo piensan los ciudadanos, y del camino que siguió el país cuando ejercieron el poder, desarrollando corrientes a la sombra de determinados caudillos, algunas de ellas se mantienen hasta hoy. El Ecuador vio pasar en el siglo XX y lo que va del XXI, el velasquismo, el roldosismo, y en los últimos años el correísmo, derivado de su “líder” que presidió la función Ejecutiva desde el 2007 al 2017, dejando una huella en la sociedad, las elecciones se definen como correísmo versus anticorreísmo; más allá de las “pasiones” que genera está disputa, es más preponderante hacerse la pregunta: ¿por qué continuamos discutiendo sobre ese personaje “líder” de la Revolución Ciudadana? Si bien fue presidente, continuar dándole importancia es olvidar que su accionar está reflejado en actos de corrupción (evidenciado en juicios y sentencias), inadecuado manejo de la política económica, toma de instituciones del Estado, divisiones entre los diversos grupos sociales, coerción a la libertad de expresión, y toda una operatividad desde su movimiento político para perdurar en el poder, y poner la institucionalidad del Ecuador a su servicio.
Probablemente mencionarlo genera atracción a ciertos grupos a favor y en contra, siendo explotable esa imagen en función de quien la use, pero hasta cuándo se lo hace, esos personajes y las oscuras páginas de la historia a la que representan deben quedar atrás y dar espacio a nuevos cuadros, fundamentados en una verdadera ideología en base a principios y doctrinas, y no a los intereses del caudillo. Esperemos llegue el día que lo dejemos atrás, pero empecemos por nosotros, ya no lo mencionemos en nuestras conversaciones como ciudadanos, así como nuestros dignatarios ya no lo incluyan en sus discursos. Viremos la página y escribamos una nueva historia. (O)
Jorge Calderón Salazar, analista económico, Guayaquil