Eran jóvenes adolescentes, que luego de ver lo que vieron se sometieron, asustados supongo, a un examen especial para descartar una histeria o alucinación, o lo que es peor, algún desorden mental crónico. Pero no, nada de eso. Los resultados arrojaron que estaban mentalmente sanos. Y esos jóvenes desde el 20 de abril de 1906 son los testigos de lo que se conoce como el Milagro de la Virgen la Dolorosa del colegio San Gabriel.

Se cuenta que estaban cenando y delante de más de treinta personas, la imagen de la Virgen abría y cerraba los ojos, por algunos minutos. No es difícil imaginarse la reacción de estudiantes católicos ante ese hecho tan fuera de lo normal. También estaban presentes un par de sacerdotes y colaboradores del colegio. Ese colegio que, el día de la inauguración del edificio y entre el arzobispo de Quito y superior de la Compañía, le tuvieron una sorpresa al presidente García Moreno. Según los historiadores, estas autoridades religiosas, para agradar y agradecer al presidente, le cambiaron el nombre original y le pusieron el de San Gabriel, supuestamente en honor al arcángel San Gabriel. Supongo que ni a esa fecha, ni ahora, nadie cree que el arcángel mensajero haya sido la real inspiración de ese bautizo. En todo caso, ese colegio en 1906, tenía aún fresca la huella fundadora del enemigo de Alfaro. Era, por lo tanto, para el catolicismo, épocas oscuras.

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No solo en lo ideológico, en la logística educativa el catolicismo encontraba obstáculo, pues no se podía certificar los pases de año o títulos académicos de los colegios sin que los alumnos rindan sus evaluaciones ante colegios no religiosos. Sin perjuicio de las noblezas del laicismo que se enciende en 1895, seguidamente expulsan a jesuitas , salesianos y demás órdenes religiosas que eran, gústese o no, los líderes de la educación. Y esto en particular, para las familias conservadoras, y creyentes, el futuro de sus hijos corría peligro, pues sin educación no hay futuro, ni límites, ni moral.

Fuera fantástico si se pudiera experimentar una mirada al país como nuestra responsabilidad...

En todo caso, en medio de ese contexto social radicalmente diferente, el prodigio de la Virgen, se lo aceptó como un hecho materialmente cierto y no se lo adjudicó a asuntos diabólicos. A partir de ahí se han recogido testimonios de la experiencia directa e indirecta. De esas experiencias muchas en el país y en el mundo.

Confieso que, a través de la razón, no me resulta fácil entender estas apariciones o sucesos fuera de lo común. Sin embargo, lo que siempre me llamará la atención es la capacidad de ver lo que es invisible para los ojos, la capacidad de ver la ternura infinita que te subordina y te dobla las rodillas. Son experiencias reales que, sin explicarlas con la razón pura, nos permiten ver a los demás, al presente, y a nosotros mismos de otra forma.

Admiro esa capacidad de mirar así. Fuera fantástico si se pudiera experimentar una mirada al país como nuestra responsabilidad, como esa comunidad que necesita un profundo diálogo que nos proteja de los males atroces como el narco y sus derivados.

Si a inicio del siglo pasado lo malo era lo católico, o lo laico, o viceversa, hoy, al menos, podemos ver con claridad el mal fruto que es la fanfarronería de quien se cree más macho y quien coloca por debajo de la vanidad endemoniada, las posibilidades de construir una esperanza de mejor vivir. (O)