La política es un continuo juego de estrategias, más aún cuando se vive del corto plazo y sin sólidas instituciones, como Ecuador. Y sin duda la reciente votación ha vuelto a barajar las cartas. Cada uno con sus cartas.

Correísmo. Su enfoque ha sido siempre amnistiar sus condenas e “ir contra el Gobierno y sacarlo de Carondelet”, vía muerte cruzada, destitución o empujando “a que le vaya mal” para ser alternativa en 2025. ¿Y ahora? La misma dirección, pero con una novedad: buenos gobiernos locales en estos dos años son también una forma de captar adeptos. Podría existir alguna discrepancia interna: los “contreras” frente a los que quieren administrar bien las seccionales. Creo que seguirán empujando los primeros.

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Conaie/Pachakutik. Deben de pensar: “Salimos a las calles, nos criticaron, pero finalmente los resultados electorales han sido bastante buenos”: alcaldías, prefecturas y además ganó el no. Entonces, “volver a las calles” (gravísimo) para seguir siendo los “representantes” del resto de ciudadanos en cualquier negociación (aunque sea absurdo) y presionar para que salga Lasso o preparar 2025, igual que el correísmo. Pero puede existir un choque entre los dos movimientos: ¿al correísmo le conviene, por ejemplo, que los indígenas vuelvan a atacar Quito (fueron ataques, no marchas) bajo la alcaldía de Muñoz?

PSC. ¿Qué actitud tomar ante una derrota? Un camino es replegarse para volver a tomar fuerza; otro, atacar a toda costa, en cuyo caso buscarán cualquier estrategia anti-Gobierno uniéndose de facto a los dos grupos anteriores.

Gobierno. Tiene que mirar hacia la oposición: “Si quiere tumbarme, ¿cuál es mi estrategia más sensata?”.

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Uno. Devolver golpe por golpe, anticiparse y decretar la muerte cruzada, lo cual implica gobernar, ciertamente en un ambiente muy enrarecido, por decreto durante 6 meses (decretos que deben ser ratificados por la nueva Asamblea) e ir a una nueva elección. Pero dentro del 1 hay 2 subopciones: o pasar esos seis meses simplemente administrando lo básico, o hacer todos los cambios de fondo que el país necesita, explicar a la gente que esa es la mejor manera de potenciarnos y fortalecer nuestra principal arma, que es la dolarización; que la elección (idealmente Lasso no debería presentarse) sea el momento para ratificar esos cambios, y que el país diga si quiere realmente cambiar o mantenerse “en el corcho que flota” en que vivimos.

Dos. Seguir administrando como lo ha hecho hasta ahora, con pequeños cambios por aquí y por allá, y con su bajo perfil evitar golpes mortales.

Tres. Cambiar y recuperar energía. Antes que nada, generar ilusión y esperanza a los ecuatorianos de que juntos vamos a algún lado. Y luego caminar, con mejor apoyo en el campo político si se recupera espacio, o si no solo. ¿Se puede empujar el carro desde el Gobierno? Sin duda, y bastante más allá de lo que se pretende (es fácil hacer un listado de opciones económicas y sociales). Para eso se necesita dejar de lado la idea de que “ya se está haciendo bastante, vamos bien, y en el resto hay demasiadas trabas”, y también la idea de la reelección que distorsiona las decisiones. Encontrar la capacidad de acción que se ha perdido luego de la vacunación.

Esto último es el mejor camino... ¿será? (O)