En estos días abundan las fiestas, los encuentros familiares, surgen los compromisos ineludibles. Se desempolvan los mejores trajes, las peluquerías son más visitadas y hay quienes sugieren que se añada un poco de maquillaje. El maquillaje es un arte sobre el rostro, quien conoce de maquillaje también está al tanto de la cultura local, entiende lo deseable y lo cuestionable. Un buen maquillaje ayuda a proyectar un rostro más atractivo; se maquilla para agradar a otros, o sobrevivir al escrutinio del entorno. Y gracias al maquillaje, las imperfecciones se disimulan. No obstante, el maquillaje es pasajero, al igual que lo es el ejercicio del poder.
También esta es época de exposición de informes, evaluaciones anuales y rendición de cuentas. Cada fin de año, instancias públicas y privadas exhiben sus resúmenes operativos y se someten al examen de otros. En los discursos de sus autoridades se muestran los datos, la explicación del contexto y los resultados finales. En lapso de breves minutos las autoridades manifiestan su mejor rostro, de ahí que presentar un resultado, un informe o un veredicto puede ser similar al arte de maquillar, donde los más hábiles destacan ciertos rasgos y ocultan otros.
Los informes son importantes porque con estos se resuelve sobre la vida de las personas, las instituciones, las ciudades y el país. De ahí que “hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza en el olvido y se termina en la indiferencia”, como lo afirmó José Saramago.
Parte de esa memoria es analizar los antecedentes que rodean a los discursos, el material con el que son hechos y los intereses con que se enfatizan datos y se ocultan otros.
Si bien podemos contemplar la belleza de un buen maquillaje, es importante no sacar conclusiones precipitadas de un rostro bien maquillado o de cifras, reportes, dictámenes y otros.
Requerimos analizar cómo se originan esos datos, quién los construyó, qué persigue y qué consecuencias tendrán en la vida de las instituciones y sus miembros. Es necesario preguntarnos ¿qué tan imparciales y honestos son quienes generaron esos informes?
Rendir cuenta es responsabilidad de quienes dirigen las instituciones. La responsabilidad de la ciudadanía es analizar si lo afirmado en la rendición de cuentas tiene sentido. Y despejar las dudas es parte de la labor ineludible de las autoridades.
El desafío para este año por venir es crear círculos virtuosos, que transparenten la información total y generar espacios de alta confianza interpersonal.
La información transparente, total, de buena calidad, es la base para la toma de decisiones; cuando se maquillan cifras se pone en riesgo el futuro. Proporcionar información sistemática, ordenada, diáfana es uno de los desafíos del año que viene.
Como lo documentó el informe de Art y Lowry (2010) –respecto a la confianza en la política–, cuando el accionar de sus dirigentes se percibe como claro, la ciudadanía está dispuesta a entregar más apoyo a sus gobernantes. (O)