Vamos a hacer algunos apuntamientos sobre hechos que influyen en la vida nacional, y comenzamos por la elección de primera vuelta de la vecina Colombia, en la que se han alterado los patrones de conducta política partidaria, lo que tanto puede afectarnos; lo más notable, el que no han clasificado a segunda vuelta los partidos políticos dominantes desde tiempos inmemoriales, lo que significa un rechazo al continuismo, al imperio de las clases dominantes, al establecimiento (al establishment); por primera vez un candidato de la izquierda ha obtenido una votación tan alta (un 40%), y otro, un candidato atípico, un outsider, esté en segunda vuelta; este último ha clasificado insultando a los políticos, tratándoles de ladrones, y, estos, por temor al izquierdista, van a votar por él, ¡Van a apoyarlo los insultados! El resultado es incierto, lo que obliga a Ecuador a evaluar cautamente lo que le significaría el triunfo de uno y de otro de los candidatos. Si triunfara Petro, se robustecería la izquierda latinoamericana, el socialismo del siglo XXI, la cooperación con Maduro, en Venezuela; Lula, en Brasil, en acto de masas, ya pidió el voto por Petro. Si triunfara Hernández, parece que tendría una posición políticamente moderada, sin inclinación a la izquierda, aunque ha ofrecido restablecer vínculos diplomáticos con Venezuela. Aventurando criterio sobre quién sería el triunfador en la segunda vuelta, estimaría que Petro ya llegó a su techo al haber obtenido toda la votación de la izquierda, mientras que Hernández recibiría los sufragios de la antiizquierda que votó por los candidatos de derecha, Fico Gutiérrez, y de centro, Fajardo. Estamos atados a Colombia por tantas cosas, la primera, la del tráfico de drogas: un tercio se exporta por Ecuador; luego los asuntos de emigrantes, de comercio bilateral, los tratados internacionales de integración presente y futuros, y tantos otros que nos obligan a ser neutrales, prudentes. Lo que ocurra en las próximas elecciones puede afectar a nuestra paz y seguridad, más aún en el delicado momento que vive el Ecuador con la inestabilidad de nuestras instituciones políticas: suspendido el presidente de la Corte Nacional por un ente subordinado del mismo poder judicial; sometida a investigación la presidenta de una Asamblea que no funciona. Ha hecho bien el presidente de la República al respaldar a la presidente de la Asamblea porque ella es el dique que contiene el torrente de las ambiciones de la nueva mayoría. Si arrasan con ese dique, será muy difícil contenerlos después. Pero, el impedir la destrucción del dique sería una solución transitoria sino se elimina la causa de tantos problemas: la Constitución de Montecristi. Los ecuatorianos estamos decepcionados porque en su discurso del 24 de mayo el presidente pareció desistir de una consulta popular para mejorar o eliminar algunas leyes constitucionales, pero, a poco, felizmente, el ministro de Gobierno manifestó que están muy avanzados en un proyecto de consulta. Si llegaran a hacerla, los ciudadanos que estamos bregando porque se derogue la Constitución de Montecristi y quede vigente la Constitución de 1998, actualizada, planteamos que al mismo tiempo, paralelamente, se consulte por este cambio constitucional. El país requiere de una solución permanente. (O)