Divisa, lema, ¡grito! ¡Cuánto extraño a mi padre al ver a Aucas en la final del campeonato nacional! Se murió esperando un momento así. Era solo moderadamente aficionado al fútbol, pero no puedo olvidar la primera ocasión en que nos llevó al estadio del Arbolito a ver jugar al equipo ‘oriental’. Probablemente el apagarse de su afición se debió a la sequía de títulos que experimentó el club rojiamarillo por décadas. Yo no aguanté tanto, para 1966 ya había renunciado a la pesada herencia del auquismo paternal y optado por una camiseta que me dé más satisfacciones. No era porque sí, ni por alguna razón filistea que mi progenitor eligió militar en el equipo de la vieira, sino que, teniendo 19 años, fue trabajador de Royal Dutch Shell, cuando esta compañía intentó extraer petróleo del Oriente ecuatoriano.

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Aucas busca ser el décimo club de Ecuador que gana el campeonato nacional

Impulsados por el ejecutivo neerlandés Frederik Hulswit, personeros y empleados de la petrolera fundaron el club en 1945, cuando el sueño del oro negro entusiasmaba al país. El petróleo encontrado era un crudo pesado que, con las condiciones tecnológicas de la época, no resultaba comercializable. La ‘carretera’ que unía las ciudades de la Sierra con la zona hidrocarburífera era no más que una trocha, la maquinaria que se requería para la perforación de pozos y todas las actividades conexas debió ser llevada en piezas, a lomo de mula hasta la actual parroquia de Shell Mera, donde rearmada sirvió para construir una pista de aterrizaje que aún está en uso. Mi padre trabajó en actividades de transporte aéreo en esa base, experiencia que marcó su vida, pues siempre se dedicó a la aviación y a su derivado natural, el turismo. Entre los aviones que operaban allí estaban un trimotor Ford y el curiosísimo Budd RB-1 Conestoga, fabricado en acero inoxidable. Se hicieron muy pocos ejemplares de esta aeronave, fue un experimento en previsión de una escasez de aluminio que nunca se dio. También llegaban ahí dos aviones anfibios Grumman G-21, ‘Gansos’, que podían acercarse más a los pozos acuatizando en los grandes ríos amazónicos.

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Tras el Aucas hay mucha historia, como demuestran estas anécdotas. El nombre mismo, curiosamente, se refiere a los mayores adversarios de la explotación petrolera, los indígenas huaorani, palabra que recién conoceríamos en los años setenta, pues hasta entonces eran simplemente los “aucas”, vocablo quichua con la que los católicos denominaban a los no bautizados. Se opusieron a lanzazos a estas incursiones en sus tierras ancestrales. Algunos ‘piqueros’, que abrían trochas, fueron muertos por los bravos huao. El nombre del club está permeado de la vocación orientalista o amazónica, que impulsaba al ecuatoriano a posesionarse de esas tierras, que hasta entonces eran suyas solo en papeles. Dentro de esta tendencia se enmarca el grito de guerra auquista derivado del lema patriótico ‘¡Tumbes, Huancabamba, Marañón o la guerra!’, máxima pretensión territorial de nuestro país. Pensándolo bien el Ecuador moderno existe gracias a esos aventureros, soñadores, colonos, ejecutivos, trabajadores, técnicos, pilotos, cuyos manes alentarán al Aucas en su máximo intento deportivo. (O)