Algunas preguntas, a veces, parecen tener respuestas obvias, pero contienen pequeñas trampas…
Qué pasa si a usted la ataca alguien, ¿le ofrece la otra mejilla? Recuerdo una conversación con un reconocido líder de la no violencia. Me comentaba algo semejante. Y me decía: Si alguien entra a mi casa y ataca a los míos, o a mí, yo ataco con lo que tenga, sin ningún remordimiento. Alguna vez he comentado que la frase evangélica ‘ofrece la otra mejilla’, en realidad, quiere decir para la violencia. Los judíos dentro de las múltiples recomendaciones y prohibiciones que se encuentran en sus libros sagrados, hay una que dice que no se puede golpear con el reverso de la mano, que es lo que sucede si se da una bofetada y se pretende golpear otra vez. Así que lo que ordena es parar la violencia.
¿Por qué frente a tal acción, o muerte, no reclaman los defensores de derechos humanos? En lo que a mí concierte todas las vidas humanas requieren respeto, dignidad, defensa, admiración. Espero que nada de lo humano me sea ajeno. He concurrido hasta Washington a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para defender a militares, con absoluta convicción, sin esperar nada a cambio que no sea la justicia para quienes eran perseguidos injustamente. Y recibir un cierto desprecio de algunas personas que creen que defender militares es poco menos que aliarse con el enemigo. Me precio de tener amigos militares, policías, académicos, políticos, empresarios, obreros, vendedores ambulantes, artesanos, expandilleros, gente de barrio y de clases altas. De todos aprendo, a todos les agradezco formar parte de mi vida. Acompañarme, cuidarme. A todos admiro.
Estoy convencida de que la violencia no es la mejor solución, pero a veces hay que utilizarla.
Actualmente vivimos en estado, por lo menos anímico, de guerra, de miedo, de susto colectivo. No se puede construir paz en esas condiciones, no se puede converger ni hilar los tejidos de la convivencia cuando todos sospechan de casi todos. Hay que parar la violencia. Recuerdo que esas fueron mis primeras palabras cuando me invitaron a formar parte del diálogo carcelario. Hay que crear las condiciones. La paz no es un punto de partida, es un puerto de llegada. Hay que conseguir treguas, para poder respirar. La paz supone acuerdos que contemplan compromisos y penalizaciones si esos compromisos no se cumplen. Requiere tiempo, pero es profunda y construye los pilares de una sociedad cuyos cimientos deben ser la equidad, la educación, el cuidado de la salud, el trabajo y alimentación para todos. No puede haber paz con corrupción e impunidad, la paz es fruto de la justicia.
Estoy convencida de que la violencia no es la mejor solución, pero a veces hay que utilizarla. Se hace necesaria, para hacer frente a una violencia aun mayor que ataca los cimientos fundamentales de la sociedad. Debe estar al servicio de la vida de las mayorías. No puede estar enfocada en hacer daño, sino en resolver problemas, no en crearlos. Por eso me pregunto, si no debería ampliarse la participación de los Cascos Azules de las Naciones Unidas que son enviados a zonas de conflictos, para ayudar en zonas agobiadas por lucha entre narcotraficantes. No fueron pensadas para esas realidades, pero adaptarse a los nuevos desafíos podría ser un gran aporte. Son fuerzas de paz con posibilidad de utilizar las armas. (O)