El comienzo de la vida marca la trayectoria completa. En los primeros años se desarrolla el 90 % del cerebro de una persona, definiendo aspectos cognitivos, sociales y emocionales. Como la tierra fértil para una semilla, si las condiciones en esa primera infancia son óptimas, el futuro se torna prometedor.
Pero esa no es la realidad para todos los niños y niñas. En Ecuador, uno de cada cinco niños menores de 2 años tiene desnutrición crónica infantil, un tercio de los niños menores de 5 años vive en pobreza –siendo el grupo etario más afectado de la población–, solo el 43 % de los niños menores de 5 años accede a servicios de desarrollo infantil y el 30 % de los hogares con niños en esta edad consume agua contaminada con E.coli. En lugar de crecer protegidos, uno de cada dos niños menores de 5 años es maltratado en su hogar.
Además de la oportunidad única que representan esos primeros años, hay un segundo momento crucial: la adolescencia. En esta etapa incrementa la velocidad de la conexión de las redes neuronales, el cerebro se adapta al entorno y termina de configurarse para la vida adulta.
Pero ¿estamos cuidando a la adolescencia? Las cifras son alarmantes. Entre 2021 y 2024, los homicidios contra niños, niñas y adolescentes aumentaron en más del 600 %. El homicidio se ha convertido en la principal causa de muerte en los adolescentes de 12 a 17 años, mientras que en el caso de las adolescentes mujeres la primera causa es el suicidio, lo que confirma la urgencia de atender la salud mental. Además, cada día cinco niñas de 10 a 14 años y 95 adolescentes de 15 a 19 años dan a luz.
Esta realidad nos debe mover a la acción. Si hoy no cuidamos la vida que crece, el futuro se nos escapa de las manos.
La causa de la niñez no tiene bandera política y debe unirnos a todos: Gobierno nacional y gobiernos locales, academia, empresas, sociedad civil, comunidades y familias. No hay un solo actor que pueda, por sí solo, cambiar esta realidad. Los niños, niñas y adolescentes merecen que dejemos de lado diferencias e intereses individuales.
Hagamos un pacto nacional por la infancia. El Gobierno tiene la oportunidad de reafirmar su compromiso con la niñez, garantizando el acceso y la calidad de los servicios de salud, educación y protección. Estamos a disposición del país para fortalecer una inversión pública eficiente en la infancia, es la decisión más inteligente para proteger su capital humano.
Promulguemos leyes que pongan a la niñez en el centro. La reciente Ley de Primera Infancia es un paso fundamental, pero los niños siguen a la espera de un nuevo Código de la Niñez, que los proteja de los desafíos actuales, como ha recomendado el Comité de los Derechos del Niño.
Cumplamos la promesa a las nuevas generaciones. Porque no hay prosperidad ni desarrollo sostenible sin garantizar hoy los derechos de la infancia. Un país que protege, nutre y educa a sus niños y niñas es un país que invierte en su paz, su productividad y su futuro.
Hoy, más que nunca, la infancia debe ser la causa nacional. Porque si cambiamos el comienzo de la historia, cambiamos la historia entera. (O)