Por alguna casualidad se juntaron dos anuncios gubernamentales con un juicio político. No quiere decir que la inminencia del envío de la megaley destinada a reformar aspectos económicos y sociales sustanciales y la posibilidad de una consulta popular influyeron sobre el procesamiento legislativo al defensor del Pueblo, o si fue lo contrario. Lo cierto es que esos hechos demostraron que en la Asamblea se mueven las frutas y que las posiciones de las bancadas y las relaciones entre ellas ya no son las de hace unos días.

La primera señal fue la votación dividida de Pachakutik en el juicio contra el funcionario de las alitas de pollo psicotrópicas. Aunque aseguraron que votarían por la destitución, el bloque se partió prácticamente por la mitad. Con ello negaron su discurso acerca de los derechos, ya que la abstención equivalía a un voto favorable para quien estaba acusado de violarlos. La explicación puede encontrarse en el efecto que tiene la radicalización de la Conaie. Al tensar la cuerda, Leonidas Iza puso a flotar el fantasma de la ruptura entre la organización social y el movimiento político. La mitad del bloque se asustó y compró el argumento pueril de que así protegían el informe acerca de los hechos de octubre de 2019, como si la institución –la Defensoría– se encarnara en ese individuo.

La segunda señal fue la de la Izquierda Democrática. Si al inicio de la legislatura se pensaba que, por razones numéricas, iría a remolque de Pachakutik, su posición firme en el juicio político abre grietas en ese acuerdo. Puertas adentro, esto puede ser una señal del avance del sector más centrista y más dialogante, que gira en torno a Xavier Hervas, con el respectivo retroceso del que lidera Wilma Andrade (el destape, por su propio jefe de bancada, de un asambleísta diezmero puede ser otra expresión de esa pugna).

Un primer resultado de esa confluencia de hechos es el efecto que podría tener sobre el acuerdo más temprano y aparentemente estable de la actual legislatura. Es probable que este se mantenga formalmente, pero no se puede descartar que cada vez haya menos espacio para adjetivos como programático e ideológico, que fueron los calificativos iniciales. La brecha que se abrió entre ambos bloques fue por un tema de principios. Estaba en juego el apego a valores como derechos y libertades, lo que no es un asunto menor.

El segundo resultado fue la evidencia de cambios en el interior de ambos partidos. Aparentemente en la ID habría mayor apertura para dialogar con el presidente de la República, que desde la campaña de la segunda vuelta se “socialdemocratizó”. Si esto es así, ese partido podría contribuir a elevar mínimamente el debate sobre las reformas que están a las puertas. Pero, para que ello ocurra tendría que vacunarse contra el virus de mediocridad y de oportunismo que sobrevuela en la Asamblea. Pachakutik la tiene más difícil, porque perdió la oportunidad de reivindicar claramente su propio espacio de organización política y no depender de las acotadas reivindicaciones de la Conaie. De aquí en adelante estará obligado a ser la comparsa de un nuevo octubre. Allí se los verá, como los vio en la Asamblea, tomados de la mano de quienes les persiguieron. (O)