Con el proyecto de Ley Creando Oportunidades el presidente Lasso ha pateado el tablero. Se ha tomado cuatro meses para afinar una propuesta que refleja su parecer de cómo reactivar la economía. Plantea cambios a 30 leyes para reformar el régimen laboral, tributario, financiero y de inversiones, incluidas las relacionadas con los sectores estratégicos: petróleos, minería, electricidad y telecomunicaciones. Se puede discrepar de ciertos contenidos, pero ya no cabe la crítica de que ha venido perdiendo tiempo.

El balón ha quedado en la cancha de la Asamblea, donde las previsiones no son tan auspiciosas. Tan es así que, al presentar el proyecto a la legislatura, el mandatario abrió un paréntesis para recordarle a su titular, Guadalupe Llori, que se encuentra ahí gracias a los votos de su bancada. Zarandeada por el escándalo de la contratación del catering, la representante de Pachakutik tiene la oportunidad de reivindicarse viabilizando el debate de una ley que procura llevar a efecto el plan de gobierno que ganó las elecciones.

Lo más polémico está relacionado con el aumento de impuestos, en especial, la eliminación de deducciones a los que ganan más de $ 2.000 al mes, y las contribuciones temporales por patrimonio tanto a personas naturales como jurídicas, dentro de su respectivo umbral. Lo primero difícilmente sumará los votos requeridos para su aprobación, mientras que lo segundo es de pronóstico reservado.

El principal error en la sustentación de la necesidad de conseguir $ 1.400 millones de los contribuyentes radica en que no se dijo nada respecto al compromiso gubernamental de reducción del gasto público, a pesar de haber heredado un déficit fiscal de 7.000 millones. Se pide al sector de mayores ingresos que haga un sacrificio para costear la cuenta de la pandemia, pero no se asume la misma responsabilidad por el lado del Ejecutivo.

De ahí que no haya faltado la crítica de que el proyecto es fiscalista y que no está alineado con el discurso de campaña que apuntaba a la racionalización y disminución de impuestos, no precisamente a su aumento.

En cuanto a la reforma laboral que procura un nuevo régimen para dinamizar el mercado del empleo formal, sin perjudicar las garantías de quienes están amparados por el actual Código del Trabajo, resulta un planteamiento disruptivo que reformula la política pública. Los dinosaurios de los sindicatos van a protestar rasgándose las vestiduras, pero faltos de una verdadera representación clasista, deberán ser los propios desempleados, sobre todo jóvenes y mujeres, quienes dispongan a sus asambleístas como tienen que votar en función de sus legítimos intereses.

Respecto a los sectores estratégicos, donde el patrón de desarrollo ha sido una fracasada visión estatista, cabe generar una mayor seguridad jurídica para atraer la inversión privada que tanto se necesita. En el caso de las telecomunicaciones, un adelanto significativo será introducir el concepto de devengar contribuciones con inversiones relacionadas con la conectividad en sectores urbano/marginales, que siguen al margen de la era digital. (O)