No son pocos los casos que, de hechos y tragedias, las versiones que se difunden y las apariencias inmediatas, son inducidas o direccionadas para que no se investigue la verdad.

Están los casos de Antonio José de Sucre, junio de 1830, y de Jaime y Martha, mayo de 1981.

El crimen de Sucre el 4 de junio de 1830, en Berruecos, fue imputado a su autor material, José Erazo, y a tres de sus “peones”, que fueron muriendo sin llegarse a dictar sus condenas. Luego se sindicó al que trasladó la orden, el coronel Apolinar Morillo, que murió fusilado en 1842. Morillo confesó que recibió del general José María Obando la orden. Obando habría concertado la muerte de Sucre con Juan José Flores para que no regrese a Quito en el viaje que fue asesinado, antes de la instalación de la Primera Constituyente del Ecuador, 14 de agosto de 1830, convocada por Flores en mayo de ese año. Sucre, igual que Simón Bolívar, era apasionado por la Gran Colombia. Bolívar murió el 17 de diciembre de 1830. La frase “He arado en el mar…” resume su estado de ánimo.

En el caso de Jaime y Martha, después de la agresión del Perú, enero – febrero de 1981, se agudizaron factores de crisis, en lo regional y en lo interno. En la Carta de Santa Fe 1 (1980), producida desde la extrema derecha regional, con vínculos con la entonces candidatura de Reagan. Se condenaba a los gobiernos de Roldós y de Torrijos. El presidente Roldós, días antes del 24 de mayo, formuló advertencias en sesión reservada del Consejo de Seguridad Nacional, y pidió informes para el lunes 25 de mayo. La tragedia aérea en que fallecieron Jaime y Martha se dio el 24 de mayo. El martes 2 de junio, a los nueve días de la tragedia circuló el texto de informe de la JIA –Junta Investigadora de Accidentes de la FAE– elaborado sin haberse tomado previsiones técnicas que debieron considerarse –y con total omisión de previsiones jurídicas y éticas– sobre no desmontar las piezas del avión ni sacarlas del sitio, ni alterar el escenario de donde estaban los restos del avión. En lo ingenuo podría pensarse que la JIA era solo para lo técnico, pero ni eso cumplió con eficiencia. Se armó un informe.

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La tragedia aérea en que murió Omar Torrijos fue el 31 de julio de 1981, dos meses y una semana después de la de Jaime y Martha.

Hubo un trabajo tardío, en la comisión que formó la Cámara Nacional de Representantes, en cuyas conclusiones solo presenta hipótesis y se incorpora la información de la Policía de Zúrich, Suiza, a base de su trabajo entre el 15 de junio y el 9 de julio de 1982, más de un año posterior a la tragedia, después de que se habían dado múltiples alteraciones de lo que habrían podido ser evidencias, información con importantes refutaciones de lo entregado el año 1981 como informe por la JIA. En momentos de ocultismo, se dijo que aquello era “para evitar polémicas y malestar en el país”. Yo, entonces, expresé: “(…) democracia y todas las instituciones de valor político, deben sustentarse y consolidarse en la verdad”. Sugiero revisar la publicación En busca de la causa inmediata.

La tragedia aérea en que murió Omar Torrijos fue el 31 de julio de 1981, dos meses y una semana después de la de Jaime y Martha. (O)