Fue una apuesta muy atrevida, pero al final dio la razón a la intuición local: el feriado de carnaval 2024 dejó para Cuenca réditos turísticos por 30 millones de dólares.

Esta atrevida apuesta desafió los últimos pataleos del Gobierno por mantener la estrategia del miedo como forma de control social. Indudablemente a este país se le fueron de las manos todo el sistema de seguridad pública, un poco abandonado por la falta de inversión, la manipulación y desmantelamiento de su estructura, otro poco por la infiltración de la mafia en los altos mandos políticos, militares, policiales...

Todo lo que ha destapado el otro ingrediente de esta fanesca –el caso Metástasis– ha provocado una indigestión generalizada en una sociedad harta del festín de lo público, atrapada por una delincuencia que se nutre de ese mismo abandono gubernamental y sin políticas públicas que miren de frente el problema. Unos actores políticos que se tropiezan en sus propios intereses personales. Una fórmula perfecta del desastre.

Hay que aplaudir de pie la firmeza y determinación de poner orden en este presente. Aunque esa firmeza de a poco se volvió exceso –especialmente con las licencias que dio un estado de excepción a quienes fueron escogidos para combatir una categoría estrenada por el Gobierno: “el terrorismo”–. Ese terrorismo extremado desde la comunicación, que nos ha llevado a implorar que nos suban el IVA. Nos ha empujado a amar la sensación de seguridad que nos provoca ese miedo y las medidas para enfrentarlo.

Y mientras las evidencias del combate “al terrorismo” se exhibían en forma de descamisados y descalzos, cholos y negros, famélicos y enfermos de cuerpo y espíritu, el miedo seguía haciendo su rol: indiscutidos ajustes, consultas y reformas, metidas de mano institucionales, acomodos legales.

(Me encanta escuchar a los locutores de la prensa anunciar la captura de “terrrorissstass” –así, arrastrando la erre multisonante– sin cuestionar un poquito la dimensión de lo dicho. Ya llegará la factura.)

Paulatinamente la calma ha regresado al país, todos han hecho su parte. Y los últimos pataleos de sacarle provecho a ese miedo-consecuencia de la estrategia, se toparon en Cuenca con la decisión de que el camino para recuperar la paz es también dejar el miedo sembrado y exacerbado; normalizar actividades; dinamizar la economía. Y pese a las advertencias de mantenernos encaletados, Cuenca decidió romper el espejismo y convocó a celebrar al taita carnaval.

Decididos firmemente a recuperar la normalidad con más normalidad, se promovieron encuentros, festivales, conciertos... se logró un 76 % de ocupación hotelera, ingresos que superaron los 30 millones de dólares y el empoderamiento y emancipación sobre el miedo.

Cierto es también que Cuenca vive especial situación en medio del contexto nacional. Lo más violento que tenemos es una cárcel cuya administración estaba en manos de “terroristas”. De sentenciados, para ser más claros, no vaya a entenderse que estaba en manos del SNAI. Pero hasta eso se ha ido solventando. Así, “lo único que tenemos que temer es al miedo mismo”. (O)