De Chicago a Chiclayo y después al Vaticano. Podría ser un juego de palabras con cadencia fonética que daría cuenta de una parte del camino de vida del actual papa León XIV.

Con ocasión de su elección, el mundo conoció algunos detalles de la vida de Robert Prevost, quien fue elegido como sucesor de Francisco. Sabemos que nació en EE. UU., en la ciudad de Chicago, y también conocemos datos de su familia como su modesta situación económica, su ascendencia latina por parte de su madre, su vocación temprana por el sacerdocio como servicio a todos, en especial a los que más necesitan y sufren, su amor por el estudio y los altos conocimientos académicos que adquirió, su inclinación por los idiomas. Habla inglés, español, francés, italiano, portugués, quechua, latín y alemán.

Las imágenes que hemos visto de su infancia, juventud, adultez y las contemporáneas, le muestran como un ser humano bondadoso. Una sonrisa permanente marca su rostro y lo define como una persona de paz.

Todo lo que he escrito hasta este momento forma parte del perfil humano y profesional de León XIV y, desde su análisis, es posible afirmar que cumple con muchos de los atributos que debe tener quien llegue a ese máximo lugar de servicio a la humanidad, como es el papado católico. Un pobre, humilde, bueno y sabio, es el representante de una de las iglesias más importantes del planeta, que tiene como sustento moral, divino para sus feligreses, al mensaje de Cristo, quien fue la personificación misma de una forma de vida que deslumbró al nuevo papa y lo convirtió en lo que ha llegado a ser.

Con ese talante, que lo tuvo siempre el niño Prevost y, que se afinó durante su juventud y su formación clerical, llegó a Sudamérica. Sirvió a la gente del Perú en la misión de Chulucanas y en otras regiones, para después llegar a Chiclayo, en donde fue obispo. En el país hermano, en el cual se nacionalizó, continuó deslumbrado por la humanidad encarnada en la pobreza y en las necesidades de la gente humilde. Aprendió sin dificultad a apreciar su cultura, su música, su gastronomía, sus formas de ser. Se enterneció, como seguramente siempre lo hizo, con el corazón de cada individuo y sirvió con vocación profunda e inconmovible a quienes lo requerían. Fue amado por la gente, a la que también él amó, desde la misericordia, el servicio y la entrega.

León XIV es un “buen hombre”, expresión que muchos de quienes se encuentran en la atrevida y altanera arrogancia por su conexión con lo banal y grotesco, la utilizan peyorativamente para nombrar con desprecio a alguien que consideran no importante o de poco valor. Cristo denunció a esa gente, debatió con ellos y fue muerto por ellos.

Prevost el ciudadano, luego sacerdote y ahora papa de la Iglesia católica, siempre comprendió el mensaje cristiano, lo incorporó a su consciencia y lo puso en práctica a través de sus obras y también en sus reflexiones y plegarias espirituales.

Desde Chicago, pasando por Chiclayo, Robert Prevost llegó al Vaticano. Listo para continuar sirviendo a la humanidad que siempre se benefició de su luz y que ahora iluminará al mundo entero. (O)