La Constitución de Montecristi, que dictaron cuatro activistas españoles, aparentemente está llena de novelerías y despropósitos. Pero una mirada atenta a las disposiciones más disparatadas del cuestionable documento demuestra que detrás de ellas hay el claro propósito de descentrar al ser humano como primer sujeto y objeto último del derecho, para centrarlo en una serie de entelequias, a nombre de las cuales se puede postergar o conculcar las condiciones humanas básicas. El objetivo es establecer una dictadura burocrática totalitaria, en la que hasta el mínimo detalle de la vida esté normado y encaminado a lo que ellos llaman “el buen vivir”. Podríamos pensar que en un mundo organizado de acuerdo con este lema falso cada uno podrá hacer lo que le guste, en el buen sentido, respetando la misma posibilidad para los demás, nada de eso, hay que vivir subordinado a lo que la casta político-burocrática disponga.

Este laberinto

Entre estos nuevos centros en torno de los cuales dicen se generan derechos encontramos a “la naturaleza”. Lo característico de los derechos es que requieren de una correspondencia, quienes los ejercen están dispuestos a que otros lo hagan igual. Parten del mutuo respeto de cierta condición. Para la naturaleza no hay derechos, hay hechos generados por sus fuerzas inexorables. Y es que “naturaleza” es un concepto muy amplio, casi tan amplio como pueda concebirse, se asimila a la realidad material y abarcaría todos los universos existentes. Forman parte de ella los asteroides, los volcanes, los virus, cualquiera de estos seres puede, en determinado momento, acabar con la humanidad o con el planeta... “y tras de ellos el cielo ni se enturbia ni se acaba”. ¿Tiene la naturaleza “derecho” a acabar con la humanidad? No, son hechos que corresponden a una dimensión superior, no necesita que vengan cuatro sofistas a un canchón rojo a “reconocer sus derechos”.

La Ley Orgánica Animal

Entonces, si se parte de un error de dimensiones galácticas, necesariamente se llegará a errores en tallas surtidas. Como el armatoste titulado “Proyecto de Ley Orgánica para la Promoción, Protección y Defensa de los Animales No Humanos”. Pueblerino, mal redactado, desordenado, sin atender a criterios elementales de clasificación, producto evidente de malas lecturas mal digeridas, ensarta un impresionante repertorio de insensateces... Más allá de su desmañada forma, contiene propuestas peligrosas, como todas aquellas que atentan contra la cultura gastronómica nacional, este horror parece redactado por asquientos puritanos del siglo XVI. Igualmente, graves son las medidas que buscan controlar los métodos de cría y explotación de animales, que de aplicarse pondrán en desventaja a esta industria nacional y amenazarán el acceso popular a nutrientes indispensables. Finalmente, la implementación y control de estas necedades requerirán ejércitos de inspectores, agentes, intendentes, personal de seguridad. Este país, que ya sufre una brutal sobrecarga burocrática, tendrá que crear decenas de miles de cargos. No menos de 40.000 controladores serán necesarios solo para vigilar que en ningún restaurante u hogar ecuatoriano se cocinen crustáceos vivos. Y eso es solo una parte. (O)