Resumamos 1 y 2. Uno. El déficit externo de Estados Unidos proviene poco del valor del dólar o los aranceles, y mucho de su exceso de gasto sobre su ingreso, en particular el déficit fiscal. Habría que corregir dicho déficit y/o aumentar el ahorro privado para mejorar el déficit externo. Dos. Sin embargo, ese déficit es indispensable para que puedan fluir suficientes dólares de EE.UU. al mundo, para atender la demanda de dólares y “aceitar” el sistema financiero. Tres. En ese proceso hay un rol importante del dólar como moneda central. Por un lado genera un beneficio para EE.UU. (el “exorbitante privilegio”), porque puede imprimir dinero que no le cuesta nada, para pagar una parte de sus importaciones que sí tienen valor. Por otro lado, hay un costo y lo plantea el equipo de Trump: a) EE. UU., para financiar el déficit fiscal, emite bonos del tesoro que son el instrumento mundial más confiable y líquido, así aumenta su deuda de manera “fácil” con el “retorno” de esos dólares que emitió; b) ese flujo mantiene bajas las tasas de interés, lo que desestimula el ahorro interno; c) el dólar fuerte afecta sus ventajas productivas (ejemplo: desindustrialización). En definitiva el dilema de Triffin: EE. UU. genera confianza que le convierte en emisor de dinero mundial, pero esto viene acompañado de la desconfianza que genera el exceso de deuda. Y ahí una pregunta importante: ¿en algún momento la desconfianza superará la confianza y el dólar perderá su posición central? Con baja deuda lo positivo del privilegio es obvio, con elevada deuda puede (o no) colapsar el sistema.

Déficit, aranceles y dólar (parte 1)

Ha habido muchas críticas a esta posición del dólar, y propuestas.

Uno, otorgar a los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (FMI) un papel central (similar al Bancor, propuesto por Keynes hace 80 años). Esto desvincularía la provisión de liquidez global de la deuda de una sola economía, yo no quisiera que un organismo burocrático internacional tenga ese rol central en algo tan clave como el dinero, sus incentivos a hacerlo “bien” son terriblemente bajos y sesgados. Dos, permitir que otras monedas internacionales complementen al dólar. Ofrecer a los mercados la posibilidad de elegir entre varias, lo que aumentaría la disciplina de todos (también los riesgos por la facilidad de pasar de una a otra). Estas monedas deberán al menos superar la actual ventaja del dólar ligada al tamaño (ejemplo, el franco suizo es muy sólido, pero con una economía pequeña) y a los efectos de red (cuando muchos usan algo, a los demás les conviene hacerlo), y además emitir algo con las cualidades de los bonos del tesoro americano. ¿El yuan chino? Muy lejano porque no hay libertad de capitales ni seguridad jurídica. ¿El euro? Incierto porque su mercado financiero es aún muy fragmentados y trae una pregunta sencilla: ¿usted confiaría en una moneda respaldada por 25 países con intereses tan disímiles? Tres, el equipo de Trump propone devaluar el dólar mediante intervenciones coordinadas y utilizar los aranceles como medio de negociación, y además asegurar la financiación del déficit presupuestario con la compra mundial de bonos a muy largo plazo (100 años) del Gobierno americano, propuesta muy compleja y poco viable.

Déficit, aranceles y dólar (parte 2)

Mientras tanto y por un rato, el dólar seguirá dominante…(O)