Pasada esta elección presidencial, trascendental en la historia republicana reciente, fundamentalmente porque estaban en disputa dos caminos muy bien marcados: uno sin retorno, que ya habíamos recorrido y que tiene como modelo a Venezuela y Cuba, y otro, de democracia y libertades; pasado el momento de oración profunda, reflexión y agradecimiento a todos quienes hicieron posible este nuevo amanecer que vivimos, es momento de analizar lo que se viene. Es momento de hacer un breve repaso de lo que esperamos del gobierno de Guillermo Lasso.

En primer lugar, el Ecuador entero ha votado por PAZ. Esa sencilla palabra de tres letras, que el mundo ha buscado permanentemente a través de la historia, tan esquiva y, a la vez, tan necesaria.

Y desde la Presidencia, esperamos que Lasso predique con el ejemplo; queremos un presidente empático, proactivo, enérgico en los temas vitales del país, inclaudicable en la defensa de los intereses del país, pero que le transmita paz a su gente; que cada ciudadano de la patria sienta que desde Carondelet hay un esfuerzo diario por crear las mejores condiciones de vida para su familia.

Un presidente que respete la majestad de su función, que sea un ejemplo de tolerancia, ecuanimidad, firmeza, trabajo y solidaridad, más allá de los resultados.

En segundo lugar, como lo manifesté en una columna anterior, esperamos ver a una nueva generación de políticos que ejerzan la función pública con honestidad, decoro y eficiencia. Que, con su ejemplo, envíen un poderoso mensaje a las nuevas generaciones: que la función pública es digna.

Pero cuidado; esa nueva generación debe estar muy bien complementada con experiencia en los cargos más importantes del Estado; porque, como se dice trivialmente, la experiencia no es una casualidad, y para manejar los grandes temas del Estado, ella es indispensable. Recordemos que en la década correísta, vimos la llegada de jóvenes a la función pública, y ya sabemos cuál fue el resultado de la improvisación y de la inexperiencia; de los teóricos tomando decisiones que impactaron a millones de ecuatorianos. En ese sentido, no tenemos la menor duda de que el presidente electo, un experimentado y exitoso administrador privado, sabrá acomodar muy bien su tablero para que ello no se repita.

Y en tercer lugar, si bien es cierto que la reestructuración de la deuda externa e interna y de las finanzas públicas son tareas macroeconómicas fundamentales que estoy seguro están en la mira de Lasso, no es menos cierto que el ciudadano de a pie no las entiende ni le importan. Por tal motivo, y sin perjuicio de ello, para que este nuevo Ecuador se aleje definitivamente del fantasma que representa el socialismo del siglo XXI, esperamos que la prioridad de este gobierno sean los sectores más vulnerables de la patria. Salud, seguridad, trabajo y educación para ellos, debe ser el objetivo permanente al que se direccionen las principales políticas públicas. Hacia allá deben apuntar los recursos públicos y la maquinaria del Estado desde el 24 de mayo del 2021.

Enrumbar a la patria, el gran desafío de Guillermo Lasso. (O)